En Brasil se ha descubierto a un asesino múltiple que dice matar por placer. Eso ha alarmado a la población mundial y sin embargo es una constante muy antigua. Ted Bundy mataba por placer, igual que el vampiro de Düsseldorf. Bundy mataba después de morder en los glúteos a sus víctimas, cosa por la que fue descubierto por un odontólogo forense.
Peter Kürten atravesaba por placer la sien de sus víctimas con unas tijeras para verlas morir chorreando sangre. Igual que el pastor pervertido de Green River, que mataba a sus víctimas en busca del placer sexual. El asesino de Brasil es uno más que dice haber matado desde muy temprano, siendo un niño y a un montón de mujeres –39 de sus víctimas eran mujeres–, pero no deja de confirmar una tendencia ancestral. Los asesinos en serie, en especial los españoles, matan sobre todo a mujeres. Envueltos en el hecho voluptuoso del crimen.
Esto, en la blandengue y equivocada sociedad que nos ha tocado vivir, llena de complejos y tabúes, no es aceptado ni reconocido, se prefiere disfrazar el crimen como una necesidad de un sector desfavorecido de la sociedad, una cuenta pendiente con la injusticia, y sin embargo el asesinato de élite suele ser un crimen que produce placer. El criminal brasileño solo lo ha confesado en el momento más adecuado, pero ni es el único ni el primero. En España se viene matando por placer desde los reyes godos.
Los ingenuos del Ministerio del Interior español, que los hay, se horrorizarán ante la perspectiva, pero la realidad es que, por mucho que busquen la ortodoxia, encontrarán el crimen sexual al final del camino, como una muestra del crimen por placer, que son incapaces de entender y por tanto de evitar. En España la mujer es la víctima preferida de todos los delitos, aunque lo políticamente correcto impida reconocerlo. Los asesinos españoles a veces son sorprendidos y capturados, aunque no siempre, pero la mayoría de los casos deja estupefactos a los jefes políticos de la Policía.
Los criminales no son estudiados, y los desaparecidos tampoco. Hace al menos veinte años que se mata en España sin que se recupere ni a uno solo de los desaparecidos inquietantes, mientras que los deficientes jefes políticos tratan de cumplir con la letra de la ley pero no con su espíritu.
El placer es difícil de estudiar y de definir. El asesino de la baraja mataba por placer y mintió cuando dijo que había tirado su pistola a un vertedero. Los jefes obligaron a los policías de a pie a meterse en la basura hasta el ombligo pero no encontraron nada y se pusieron de porquería hasta las orejas.
En España hay muy pocos delincuentes reinsertados, aunque se predique la falsedad de que la ley reinserta. Los que consta que lo están pueden contarse con los dedos de una mano. No se cumple en absoluto la Constitución porque es caro y trabajoso. Ni la oposición lo ha reclamado nunca. Quienes han perdido un hijo, un pariente o un cadáver apenas tienen posibilidad de recuperarlo, ante tanta desidia política. La investigación en estado puro brilla por su ausencia.
En España los crímenes por placer son negados como antes se negaba la existencia de los asesinos en serie. En otros países la oposición pone de relieve los fallos del poder. En este país, la oposición se equivoca tanto como el poder y comete los mismos fallos, sin exigir que nada se repare. Se muestran políticamente incorrectos. Es decir, no corrigen nada sino que ven los fallos como algo normal del sistema. Mientras, los ciudadanos sufren las consecuencias y mueren sin que nadie lo entienda ni nadie lo ponga en claro.

