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'Charlie Hebdo' contra la tiranía del silencio

No se hace ningún favor a los musulmanes protegiendo sus símbolos religiosos y sus creencias de la libre expresión.

No se hace ningún favor a los musulmanes protegiendo sus símbolos religiosos y sus creencias de la libre expresión.

Después de que Sony retirara la película The Interview por las amenazas de Corea del Norte, el periodista danés Flemming Rose escribió que no le había sorprendido del todo la decisión de la productora (que luego dio marcha atrás), puesto que abundaba en una tendencia a autocensurarse que se había instalado en la cultura de Occidente desde hacía una década. Rose sabía de qué hablaba. Fue el jefe de la sección cultural del diario danés Jyllands Posten, que hace nueve años decidió abrir un debate sobre cómo hablábamos del islam encargando una serie de caricaturas de Mahoma.

Lo hizo a la vista de los numerosos indicios de autocensura en el medio cultural. Varios museos, entre ellos la Tate Gallery, habían cancelado exposiciones o retirado obras de arte por si se consideraban ofensivas para los musulmanes, esto es, por temor a la violencia islamista. Periódicos, revistas, editoriales, escritores, teatros, actores seguían idéntica pauta, y se sometían de forma preventiva a una censura no declarada a fin de evitar represalias fundamentalistas. Cuando el asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh a manos de un musulmán indignado por un documental suyo sobre el maltrato a las mujeres musulmanas, el ministro de Justicia lamentó que Holanda no tuviera leyes más restrictivas para impedir obras como la realizada por la víctima.

Sabemos de los ataques y disturbios atizados por imanes que estallaron en varios países musulmanes meses después de que el Jyllands Posten publicara doce caricaturas de Mahoma. Y sabemos que la reacción de muchos en la Europa democrática, aunque no sólo en ella, fue acentuar su conducta de rehenes voluntarios del islamismo. Una de las notables excepciones iba a ser el semanario satírico francés Charlie Hebdo. No sólo publicó las caricaturas de Mahoma del diario danés, sino que continuó desafiando una tiranía del silencio que es tanto más tiranía cuanto que es silenciosa. Porque no hay únicamente autocensura. ¡Si sólo fuera eso! Es que esa autocensura está autocensurada. La mordaza más eficaz y perdurable es aquella que no osan reconocer como tal quienes se la ponen. Charlie Hebdo no se puso mordaza alguna, y sus libertarias sátiras del profeta y del islam hacían resaltar las que se ponían otros.

Los asesinatos perpetrados en su redacción de París por islamistas armados suscitan condenas y enérgicas defensas de la libertad de expresión, pero no nos engañemos: sólo si se rompe la cadena de la autocensura se defenderá y existirá realmente esa libertad. No se hace ningún favor a los musulmanes protegiendo sus símbolos religiosos y sus creencias de la libre expresión: una protección que invoca el respeto, pero está fundada en el temor. Y, no, el islamismo violento no es una creación de Occidente, como suelen decir en estos casos los tarados habituales. Es una criatura que ha nacido y crecido en el seno de la comunidad musulmana, y le compete a ella, en primer y principal lugar, hacerle frente.

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