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Pablo Planas

La biblioteca más cara de España es catalana

La ha pagado el Estado a cuenta de los PGE, lo que no se nota por ningún lado: ni en la puerta ni en las gracias que no dio el president Mas.

Con la pompa y boato de las circunstancias políticas catalanas, el molt honorable ha inaugurado una biblioteca en Gerona, cosa que aparte de por los libros no tendría nada de raro sino fuera por su coste, por sus dimensiones y por un par de detalles más ocurridos durante el acto en sí, el pasado martes. La magnífica instalación es la biblioteca pública más grande de Cataluña, con siete mil metros cuadrados dedicados a la exposición de cien mil volúmenes y al almacenamiento de otros doscientos mil. El nuevo edificio conjuga la sostenibilidad, el medio ambiente y la decoración vegetal y tal en lo que se ha definido como una boda entre naturaleza y cultura. Una cosa digna de ver que ha costado a las arcas públicas 15,5 millones de euros. Cómo será que el edificio, faraónico según las crónicas, ya está nominado a los premios Mies Van der Rohe...

La biblioteca, por cierto, la ha pagado el Estado a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado, lo que no se nota por ningún lado: ni en la puerta, ni en los anaqueles ni en las gracias que no dio el president Mas, que se paseaba ufano por las dependencias con el consejero, el alcalde, el alguacil y los serenos. Hubo de soportar a las puertas de la biblioteca, llamada Carles Rahola en recuerdo del escritor fusilado por las tropas franquistas en 1939, las protestas de unos doscientos simpatizantes de ERC o de la ANC, o de ambas a la vez, que le exigían elecciones o dimisión. Mucho ruido, pitos y cacerolas, pero nada fuera de lo normal. En cualquier caso, no se debía a la presencia, como hubiera sido de esperar, de autoridades o representantes del Estado. Ahí nada más estaba el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, que pasaba perfectamente inadvertido rodeado del alcalde Puigdemont, el consejero Mascarell, el obispo de la diócesis, Francesc Pardo, y otras solemnes notoriedades locales.

Seguramente porque en Cataluña no hay ninguna clase de tensión política se abstuvo el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, de asistir a una inauguración que habría tenido que presidir al lado de Mas, representante ordinario, como es sabido, del Estado en Cataluña. En cualquier caso, la biblioteca es de titularidad estatal (adscrita a la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, Archivos y Bibliotecas), pero su gestión ha sido transferida nada más acabarse a la Generalidad, cuyas primeras medidas han sido desestatalizarla y apropiársela, ponerse la medalla, atribuirse el mérito, ciscarse en el Estado (el alcalde criticó el retraso de las obras y Mas se partió el pecho hablando de "colaboración institucional") y borrar cualquier residuo de españolidad del conjunto. Suerte que el Estado iba a estar más presente en Cataluña.

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