¡Hay que ver, Pepe! ¡No me harto de reír! Resulta que va el periodista institucional Javier Ayuso, el dircom de la Casa Real con el anterior jefe del Estado, y se las da de nuevas. ¿O sea que no sabe quién eres tú? Pepe Villarejo, el rey de la infiltración, el comisario de las Ciencias Ocultas. ¡Pues no, que ha tenido que mirar el Registro Mercantil! Escribe el tío escandalizado con todo lo que ha visto de jefe de prensa del anterior rey. Ahora te saca las empresas operativas como un periodista de investigación cualquiera, las valora en 16 millones de euros y te las echa en cara, como si nunca hubiera oído hablar de los agentes encubiertos, que tú dices que ahora son sesenta, porque yo nunca supe cuántos. Creía que tú eras irrepetible como la patada de Corcuera. Pero de ti sí se ha hablado, especialmente desde el informe Véritas para acá, o sea, desde los 90, con relatos que parecen las casetes de McMacarra, donde te la has jugado siempre en aguas turbias, que ya quisieran los del Mosad. Narcos, chivatazos, dosieres, a uno y otro lado del funcionariado, años de soledad y vuelta al ruedo. Viajes a Irak, al Líbano, a Afganistán, disfrutando del vuelco de adrenalina y trabajando para la patria. ¿Qué hace por allí un califa como tú? Javier de la Rosa, el hombre de KIO, la llave inglesa a Gao Pin. Tu nombre con los Pujol, la hermosa Victoria, exnovia del Junior, y heroína como Manuela Malasaña y te cae la medalla al mérito policial con distintivo rojo. Ya lo decías en la misiva esa de impacto que te publicó Alfonso Rojo en la que ponías a caldo injustamente a Lázaro, uno de los buenos, que tengo que decirte que no lo esperaba. Un señor como tú firmando esas cosas tan feas entre amigos, después de tantas fatigas juntos, de sudores y alegrías. Mira, Pepe, un superpoli tiene que ser discreto. Y nada de figurar en tus empresas como presidente o administrador único, ni siquiera como CEO. Si quieres tener empresas millonarias y darte la vida padre, tienes que seguir encubierto, porque eso es lo tuyo: estar a salvo, confundirte con el paisaje, una cosa camaleónica, ectoplásmica. Si quieres ser empresario hazlo abonico, dando la callada por respuesta, silencioso como un espía, sigiloso como un agente infiltrado. Lo tuyo requiere discreción. Y si hay que cantarle la gallina a alguno, los trapos sucios se lavan en casa. Tal vez empezó Marcelino, el de Asuntos Internos, tocándote las narices con las mafias chinas, pero tú tendrías que haber seguido en voz baja, en sordina, con el lenguaje de los signos. En todo caso mandarle un emoticón de esos con cara de pimiento morrón. Evitar este caos que ha dado tan mal fario a la institución y peor a la jerarquía. Pero vas y te coges un berrinche porque el comisario encargado de vigilar a la propia policía te enfila y hasta te confunde en una foto en el parque del Canal de Isabel II, a ti, que eres inconfundible, y si no que te miren en esas fotos que ha desvelado de sorpresa El País, porque hasta que no ha sacado el cliché el diario gubernamental, nadie tenía ni zorra de qué jeta se te había quedado, que casi te ahogas de tanto dar el agua al Inda y otros colegas de la pluma. Allí estabas tú con el careto de veinte años antes, cuando todavía podías birlarle el papel al jamesbond. Porque hasta que Ayuso te echó el ojo no había ni una p. foto tuya en internet. Ahora todos los chorisos la llevan en la cartera. Incluso algunos tienen dos: la del seductor fatal y la del poli condecorado de paisano, junto a los de uniforme, para que se aprecie la diferencia. La del medallamen la ha sacado con el smartphone uno del entorno, y tú sabes quién es, porque menudo eres para apretarle la muñeca al que te quiera robar una instantánea. Unos curran vestidos de romano y otros se ponen el traje de alpalca con la corbata de Hermés porque los brillantes servicios rinden dividendos y hay quien tiene talento para conciliar las tareas de funcionario público con los bolos privados. Cómo será la cosa que el mandamás de los ángeles custodios tardó setenta y dos horas en darte el do de pecho. Y salió por los cerros de Úbeda, diciendo que eres una herencia de los sociatas. Luego vino la rectificación y hasta el elogio a tus importantes servicios contra el terrorismo y el crimen organizado. Y a todos los que se atrevan a decir algo en tu contra, líbreles el cielo sin otro animus que el iocandi. Luego sin que se te pase el cabreo, oyes que te relacionan con el petit Nicolás y con el señor ese tan importante que es amigo de SSMM en boca de la dermatóloga. Has hecho muy mal dos cosas: una, llamar a Fede a su móvil, tras pedírselo a uno de los periodistas que te bailan el agua y publican tus filtraciones e infiltraciones, porque Fede es de los que no se achantan y por menos de un níquel te la monta parda, que ahora no saben en Interior si destituir comisarios de dos en dos, como seguro ya habrían hecho los picos, o darte otra medalla. Y lo peor es vincularte a un digital sensible que dé cobertura a todos tus dimes y diretes, donde das rienda suelta a lo que ya tienes de periodista, porque llevas mucho tiempo tratando a los plumillas. Se dice que el peligro de los que están muy cerca de la delincuencia es que se les pegue algo. Pues a ti se te ha pegado el vicio de los malos periodistas que no dejan que la verdad les hunda un buen reportaje. Es acojonante de todo acojono. Al final te alcanzará la disciplina, Pepe. Ya te lo digo yo, masho: habrías estado mucho mejor callado.

