Menú
Agapito Maestre

Ciudadanos o vanidosos

La cosa es clara después del 27 de septiembre: o seguimos a Ciudadanos o nos sumamos a cualquier cuadra de vanidosos.

La cosa es clara después del 27 de septiembre: o seguimos a Ciudadanos o nos sumamos a cualquier cuadra de vanidosos. Ciudadanos ha vuelto a ser el partido triunfante en las elecciones catalanas. Ciudadanos ha demostrado otra vez que es la única fuerza política que puede tener un proyecto nacional. Ciudadanos ha conseguido de nuevo ilusionarnos para reconstruir democráticamente el Estado nacional. El partido de Rivera ya no es un proyecto, un futuro que llenar, sino una realidad, un designio político para todos los españoles. O asumimos ese designio o moriremos de estulticia que es la peor figura de la vanidad. Los periodistas españoles, salvo raras excepciones, no son capaces de entender ese destino; peor para ellos: en el pecado tienen la penitencia, pues que morirán, más pronto que tarde, con los políticos que les permiten sobrevivir. Allá ellos.

Después de abrirse camino en un sistema casi blindado por un bipartidismo atroz, fuertemente respaldado por el nacionalismo separatista y la corrupción, Ciudadanos empieza a definirse como el gran partido nacional que necesita España. Está ahí y manda. Se ha ganado el derecho a exigir. Sus exigencias son para toda la nación. El resto es anécdota. Por lo tanto, digamos sin reservas que el tiempo de las elecciones europeas, andaluzas, municipales y autonómicas pasó, pero ha dejado una huella imborrable en las elecciones del 27 de septiembre: Ciudadanos ha conseguido algo determinante en la política española contemporánea, sí, ha conseguido marcar un nuevo camino por el que tiene que ir España. De momento, es la principal fuerza para detener a los secesionistas catalanes.

Su éxito electoral en Cataluña convierte a Ciudadanos en la fuerza política determinante de la democracia española. Ciudadanos ha puesto en evidencia que el pecado más grande de los políticos, como dijera Weber, es la vanidad: confundir el legítimo afán de poder, que determina el oficio político, con despreciar los fines últimos del Estado-nación, España. Sin el Estado-nación, sin respetar los fines objetivos de la nación española, el político, el liderazgo político, queda en nada. Por el engreimiento de querer romper un Estado en tiempos paz, quizá el único pecado imperdonable de la política, Mas y Junqueras han fracasado. Por la petulancia de no hacer nada, o peor, haber convertido el halago de la inacción en su relato político, frente a quienes quieren destruir el Estado-nación, España, ha fracasado Rajoy en Cataluña y, seguramente, volverá a fracasar en el resto de España.

Quizá los peor parados por la vanidad hayan sido los líderes de Podemos, especialmente Pablo Iglesias. Ha sido la causa fundamental no sólo de su fracaso en Cataluña, sino que será el motivo clave de su descalabro en toda España. A pesar de haber estado muy alto en las encuestas, Podemos se ha empequeñecido definitivamente, porque la vanidad de sus dirigentes les ha impedido construir un discurso serio sobre el Estado-nación. Escrito estaba en enero de 2015: si Podemos consigue un discurso que no se allane al nacionalismo catalán, conseguirá ser una fuerza política poderosa. Sí, sí, lo advertí varias veces, perdón por auto citarme, en mi libro sobre Podemos: sin un relato sensato sobre el Estado-nación el partido de Pablo Iglesias quedará reducido a un pequeñísimo partido. Nada. Hay que ser muy vanidoso, casi un loco, para decir que el problema del separatismo catalán, como dijo Iglesias cuatro días antes de las elecciones de Cataluña, se resolverá en las futuras elecciones generales. Semejante barbaridad deja a este hombre al margen de la política, del sentido común...

En fin, el triunfo de Ciudadanos en Cataluña ha puesto en su sitio a las otras fuerzas políticas, pero, ojo, también el partido de Rivera corre el riesgo de caer en la vanidad. En efecto, Ciudadanos ha conseguido muchos votos en Cataluña, pero aún no son suficientes; eso no determina todavía lo que quiere España. Ciudadanos tiene que presentar cuanto antes un programa que resuelva cómo gobernar con otros partidos. Hasta ahora Ciudadanos ha sido una salida espléndida para miles de votantes que no querían volver a respaldar con su voto al PP o al PSOE, pero a partir de aquí se requiere algo más que un arreglo. Ciudadanos no puede quedar reducido a un gran apaño para salir del atolladero de Andalucía y de Madrid; hay que romper con la casuística y pasar a la universalidad programática, quizá durante un período corto haya valido que el pacto de Madrid justifique el de Andalucía y viceversa, pero ya la casuística cada vez valdrá menos y, por supuesto, los personalismos quedarán arrinconados, porque los otros partidos exigirán claridad y determinación. Las amigables componendas, pues, tienen que dar paso a un programa claro y distinto. Conformar una mayoría de gobierno con otras fuerzas políticas exige que Ciudadanos elabore una nueva imagen que corresponda a una nueva sociedad. Lo que viene no es una negociación entre personas, aunque estas sean muy importantes, sino un juego de fuerzas políticas entre partidos. Si esto no lo tiene claro Ciudadanos, me temo que sus dirigentes pudieran caer en el vicio que han puesto en ellos en evidencia: la vanidad.

Temas

En España

    0
    comentarios