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Agapito Maestre

Rajoy no discute

Ha puesto las elecciones en una fecha imposible. Desprecia el problema catalán, en verdad, desprecia a todos los españoles.

Ha puesto las elecciones en una fecha imposible. Desprecia el problema catalán, en verdad, desprecia a todos los españoles. Engaña a los aliados europeos con palabritas hipócritas. Y, como era previsible, no debatirá con los candidatos a la presidencia del Gobierno que quieren regenerar la vida política. Las encuestas sin embargo no lo mandan a su casa por Navidad. Ya saben de quién hablo. Unos aplauden su actitud y otros lo critican. Quizá los primeros sean más numerosos que los segundos. Quizá vuelva a ser el presidente del Gobierno o, como diría el señor Rajoy, quizá no. Lo cierto es que este señor, como Franco, no se mete en política. Se niega a hablar de política con los líderes de los otros partidos. Dice que sólo hablará con Pedro Sánchez. Ahí están contenidos todos sus principios y su coraje político. Allá él. Pero no se alarmen los seguidores de este experimentado político. No me extrañaría que esta estrategia de negación de la política, de negarse a debatir sus propuestas con los otros candidatos, le diese algunos votos más, e incluso que lo catapulte de nuevo a presidir el Consejo de Gobierno.

En todo caso, y corro gustosamente el riesgo de que me llamen moralista, soy de la opinión de que ninguno de esos supuestos beneficios que conseguiría Rajoy con su actitud cobardona, especialmente la posible conquista de mantenerse en el poder, le eximirá de asumir responsabilidades ante un pueblo que roza sus niveles más bajos de autoestima desde el 11-M de 2004. La prueba de que ese pueblo ha perdido su espina dorsal, apenas si existe como sociedad civil, es que nadie ha protestado por la ruina en la que se encuentra el monumento a sus caídos en la masacre del 11-M. Ese gentío que, a veces siente envidia de los que cantan la Marsellesa, no quiere saber qué es una verdadera nación. Están contentos con el señor de la Moncloa. Sin duda alguna, votarán a quien poco le importa la calidad de la vida política, de la democracia. Es el voto al que aspira Rajoy: el voto de los que siente envidia de Francia, pero se conforman con Rajoy y sus palmeros.

La estrategia del PP es no debatir con nadie que quiera regenerar la vida política y, de paso, negar que haya una cierta sociedad civil que demanda esa regeneración. No hacer nada que sirva para mejorar la calidad de la democracia es el único criterio de Rajoy para estas elecciones. Hay algo, sin embargo, más horroroso que ese desprecio por la política, la actitud sumisa de los periodistas que aplauden su estrategia y sus miserables tácticas. Terrible. La democracia es de opinión o no es democracia. Esa enseñanza es algo que han olvidado hace tiempo los periodistas que aplauden la posición de Rajoy. En fin, quienes farfullan ideologemas para justificar esa actitud de Rajoy tiene tanta responsabilidad como el PP de que no haya regeneración de la vida política. El político que no educa es la negación de la política. El periodista que no ilustra sobre la necesidad del debate público entre líderes es, sencillamente, un esclavo del poderoso. Todo esto, lo sé, es muy conocido y casi archisabido, pero es conveniente repetirlo más que nada para que, como decía el bueno de Julián Marías, "por mí que no quede". Pues eso, yo sería partidario de dejar vacío el asiento del señor Rajoy, cuando no asista a los debates con los otros candidatos. Sería una forma de llamarle lo que todos ustedes están pensando…

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