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Agapito Maestre

De Ángela Merkel a Rivera

Las elecciones fracasadas del 20-D nos sitúan ante un panorama dramático.

Las elecciones fracasadas del 20-D nos sitúan ante un panorama dramático. Sólo hay dos salidas: conformación de un Gobierno excepcional o repetición inmediata de elecciones. Nadie puede jugar a que la negociación se alargue más de dos semanas. Sería un suicidio para el país. Callen los grititos ridículos de quienes apuestan por una salida a largo plazo. La conformación del Gobierno de España nada tiene que ver con la formación de un mesogobierno autonómico como el de Cataluña o Andalucía. España no está preparada para una crisis de meses. Europa, además, no lo permitirá. Esto no es Grecia. Aquí la Europa de los mercados se la juega. También la Europa que lucha contra las desigualdades, que mira antes las reivindicaciones de los ciudadanos que la de los mercados, desprecia a quienes tratan de sacar rédito partidista de una situación endemoniada. Por eso, creo que el análisis más acertado que se ha hecho en Europa del 20-D corresponde a unas sencillas declaraciones de Ángela Merkel. La jefa del Gobierno alemán ha dicho con una gran sencillez: "No sé a quién felicitar por los resultados de las elecciones del 20-D".

Esas palabras, sin duda alguna, tienen un principal destinatario. El crédito que tenía su candidato, el señor Rajoy, quizá no haya desaparecido del todo, pero es evidente que ha sido cuestionado por su homóloga alemana al levantar acta de la realidad. Es obvio que la alemana está poniendo entre paréntesis la mínima ventaja que ha sacado Rajoy respecto a los otros tres grandes partidos. Es un aviso para que Rajoy, principal colaborador de Merkel en sus políticas de austeridad en la Unión Europea, resuelva cuanto antes la crisis de gobernanza en la que nos han situado los resultados de estas elecciones. Por lo tanto, ni Merkel ni el resto de los grandes partidos de la UE permitirán a Rajoy que haga el gallego. No puede aplazarse la solución de la crisis. O esto se resuelve pronto o él tendrá que ir a la calle. O el PP echa a Rajoy o lo expulsa Europa.

Sobre la acción que tienen que desplegar los otros líderes políticos podrían decirse muchas cosas, pero la más inmediata y urgente es que no pueden irse de vacaciones. Esto no puede dejarse para después de Reyes. Ya sentimos que el martes, el día 22, no saliese nadie de Ciudadanos a presentarnos su propuesta de pactos para conformar Gobierno. Millones de votantes se sintieron huérfanos. Muchos medios de comunicación mostraron con perplejidad su desaparición ese día. Cuidado, amigos de Ciudadanos, con estos despistes. Este partido no puede permitirse fallos de este tipo. Se la juega. Por fortuna, han salido el miércoles, pero, ojo, Ciudadanos no puede olvidar que representa a casi cuatro millones de españoles. Son votantes muy serios que merecen un respeto exquisito. Esos votantes han tenido que meditar mucho su voto: unos, porque han confiado en un partido que se presentaba por primera vez a las elecciones; otros, porque han tenido que cambiar su voto, en realidad su conciencia, para ir de los viejos partidos a uno nuevo. Esto es un asunto serio. No jueguen con ello. En fin, no trato de reprochar nada a Ciudadanos por su mala gestión de las expectativas electorales o por haber diferido a una auditoría la necesaria autocrítica que deberían haber hecho de su campaña electoral. Nada de eso está en mi ánimo ahora, sino que trato de recordarles a sus dirigentes que están obligados a ganarse la legitimidad cada día y en cada instante, es decir, luchar por su existencia, porque son un partido que tiene un objetivo fundamental y diferente al resto de los partidos, a saber, tienen que mostrarle a los españoles el límite de los partidos que no piensan la Nación ni en el Estado-nación.

Su tarea es dura, ardua y, por supuesto, contradictoria o acaso no lo es defender antes al todo que a la parte desde una "parte", el partido; pero, ay, ese es su gran destino. O lo asume o desaparece. En pocas palabras, en la primera gran crisis a la que se enfrenta Ciudadanos no puede haber estado en silencio durante todo un día. Ahora, más que nunca, es cuando hay que hablar. Hablar, hablar y hablar. Hablar con sentido e imaginación. Hacer propuestas imaginativas. Plantearlas con claridad y audacia, sin tener miedo al error y siempre prestos a rectificar, como ha hecho el miércoles Rivera, por ejemplo, al decir que están dispuestos a entrar en un gobierno de coalición. Casi cuatros millones de votos necesitan la voz de sus líderes. Asuman, pues, con coraje su destino: háganles a sus votantes propuestas sugerentes y consúltenles. Llamen a quienes crean que tienen algo que decirles. No sean prepotentes y lo fíen todo a conformar un sólido Grupo Parlamentario. No olviden que sus votantes han hecho un extraordinario esfuerzo por votarles. Mímenlos. Hagan honor a su nombre. Ciudadanos no es un partido de masas, cógelo-todo, sino de seres humanos muy desarrollados que saben que en lo público el ser humano es auténticamente humano. La ciudadanía es más que un concepto jurídico. Es una noción moral. Política.

Ciudadanos no puede, pues, estar un solo día sin ganarse el pan con el sudor de su frente. El riesgo que corre es evidente. No hace falta que nombre a partidos desaparecidos. En cualquier caso, hay que aplaudir y seguir con espíritu crítico su propuesta del miércoles de un gobierno de gran coalición.

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