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Pablo Planas

Twitter, Portet y la lucha de clases

Quimi, te has pasado. Un buen abogado te deja tieso.

Quimi, te has pasado. Un buen abogado te deja tieso.
Quimi Portet | Facebook Quimi Portet

El inframundo de la red séptica Twitter se ha convertido en el libro de reclamaciones del bar Tolo. Ciénaga inmunda, el servicio de mensajería es una reunión de vecinos en la calle Infierno de la ciudad Maldita, el fin de los tiempos y el principio de la impunidad. El choque lingüístico entre el músico Quimi Portet y un camarero del ferry Formentera-Eivissa (Ibiza en español) es trending topic.

Un puto empleado de una naviera y un afamado y reconocido artista de la rama musical que en su ficha tuitera se presenta como "nacido en cautividad".

Un músico del derecho a decidir frente al hombre que hay detrás de la barra; un excomponente de Los Burros y El Último de la Fila ante el tipo que sirve el desayuno de los distinguidos usuarios del ferry entre la isla de Formentera y la de Ibiza, capital internacional del pijerío mundial en verano.

Portet venía de dar un concierto en Formentera y el anónimo empleado a saber si doblaba turno, tenía un contrato fijo-discontinuo temporal más allá del concepto basura o se las había tenido previamente con un par de adolescentes millonarios de la saga de los Rius en compañía de la misma Paris Hilton.

Así de brumosa la mañana del domingo, Portet denuncia que a las ocho horas pidió un "café amb llet" y el camareta replicó, en teoría, supuestamente y a saber con qué entonación lo siguiente: "Mira: en gallego, español, francés, inglés y hasta en italiano te entiendo, pero en catalán o mallorquín, ya no". Horreur. ¡Qué barbaridad! ¡Cuánta ignominia! Eso es un atentado contra la lengua patria, la jerga de la tierra, el idioma de los elegidos, el lenguaje de Dios y la parla de los dioses. Ese marinero es merecedor de cien latigazos por no entender el catalán y de otros cien por no reconocer al gran Portet. Además, su imagen será exhibida en internet con un arroba wanted por enemigo del pueblo catalán y de su idioma propio.

La denuncia de Portet fija en la narrativa catalanista el retrato de un español iletrado, de un país de camareros, de una raza de esclavos insolentes e insolventes, necios y altaneros. Un cuadro perfecto acompañado de una fotografía del susodicho, hecho que vulnera todos los cimientos del derecho a la propia imagen, a la intimidad, a la presunción de inocencia, etcétera, etcétera. Quimi, te has pasado. Un buen abogado te deja tieso.

Cualquiera que no esté contaminado por la propaganda nacionalista y muchos de los que lo están no dejan de ver en el caso la pataleta de un revolucionario de salón contra un pobre friegaplatos, un pelagatos y un Torrente de crucero, que es en lo que ha convertido el famoso Portet al anónimo hombre que hay detrás de una barra sometido a una cascada de oyes, tú, jefe, chis y demás apodos mientras sirve cafés cortados, solos, americanos, con poca leche, mucha o una nube, desnatada, de soja o natural, con hielo, con gaseosa, con coñac, con anís del mono, con ron Pujol o con la sidra del gaitero.

Esto no sólo es un problema lingüístico, sino algo incluso más serio. La lapidación digital, el señalamiento viral, la denuncia con hastag del ciudadano contra el servicio revelan una inquina, una rabia y una obsesión que proceden del racismo, la xenofobia y el supremacismo. Todo eso en crudo o tras el in vino veritas de una resaca artística. En el club de la lucha de clases, ricos uno, parias cero.

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