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Guillermo Dupuy

El partido de 'los Otegis', pero sin Arnaldo

Sólo desde la estupidez –o desde la complicidad– podrá considerarse una victoria que 'los Otegis' tengan que presentarse a las elecciones sin Arnaldo.

De todos es sabido –o debería serlo– que la plataforma Bateragune, por cuya decisiva participación en la creación de la misma fue condenado Arnaldo Otegi,sólo fue un embrión, un punto de encuentro entre los batasunos, sectores de EA, Aralar y el sindicato ELA para poner en marcha lo que luego se plasmaría en diferentes siglas, como Sortu, Bildu y Amaiur.

Es público y notorio que ninguno de los magistrados del Tribunal Constitucional que, más tarde y de forma contraria a Derecho, tumbaron la sentencia de ilegalización de Bildu dictada por el Tribunal Supremo han sido condenados a penas de prisión o de suspensión de cargo público. Ni siquiera han sido juzgados.

Gracias a ese atropello jurídico, ETA pudo celebrar públicamente el haber "ganado la batalla de la ilegalización" y colar sus brazos políticos en las instituciones, donde se sientan y se podrán seguir sentando proetarras iguales o peores que Arnaldo Otegi, incluidos los pistoleros excarcelados por la indebida aplicación a todos ellos de la sentencia de Estrasburgo referida a la terrorista Inés del Río.

A pesar de que se sabe –o se debería saber– que en Derecho no se ha de especificar a qué cargo público afecta una pena de inhabilitación, salvo que el legislador o sentenciador pretenda que no afecte a todo cargo público, tampoco ha sido juzgado por presunta prevaricación el fiscal del caso Iker Casanova, que permitió a este etarra ocupar su escaño por Bildu alegando tamaña barbaridad jurídica como que la sentencia contra Casanova no especificaba para qué cargo público lo inhabilitaba.

Con estos precedentes, que deberían conducir nuestra indignación contra buena parte de nuestra clase política, judicial y hasta mediática, no me extraña que el proetarra  Arnaldo Otegi –expresidente de Sortu y aspirante a candidato de Bildu a lehendakari– trate de burlar la hipócrita sentencia de inhabilitación que todavía pesa sobre él por tratar de sortear una ilegalización de Batasuna que terminó de ser burlada con la decisiva colaboración del mismo tribunal que a él lo condenó.

Decía Sófocles que “ocasiones hay en que la justicia misma produce entuertos”. En este caso no es la Justicia, sino una vergonzosa y politizada administración de la misma la que los está creando, por ser correa de transmisión de una clase política sumida en un envilecido proceso de apaciguamiento en el que la candidatura de Arnaldo Otegi no es más que un elemental corolario lógico.

Ya veremos lo que pasa. Pero sólo desde la estupidez –o desde la complicidad– podrá considerarse una victoria para el Estado de Derecho y para nuestra democracia que los Otegis puedan presentarse a las elecciones sólo por el hecho de tener que hacerlo sin Arnaldo.

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