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Pablo Planas

Erdogan y el caso catalán

Como cada caso es un mundo, en el de Cataluña concurren los peores rasgos de los tres grandes modelos referendarios.

El caso turco pone de relieve una de las características fundamentales de los referéndums, cual es la irrefrenable propensión de quienes los promueven a ganarlos a toda costa y a aplicar el resultado de forma inmediata, con carácter retroactivo si hace falta y aunque el pucherazo, pese a las descaradas irregularidades, no dé más que para una victoria pírrica cuya primera consecuencia sea una peligrosa fractura social. Quizá Erdogan pretenda disimular a diferencia, por ejemplo, de Franco, que ganó de calle el referéndum que montó en el 66 para aprobar la Ley Orgánica del Estado. En algunas papeletas ponía "Franco triunfó en el pasado, asegura el presente, promete el futuro. ¡Vota sí a Franco en el referéndum nacional 1966!".

Se objeta que hay referéndums que se realizan con todas las garantías democráticas posibles y el Reino Unido sería el paradigma de esa clase de consultas. El 'Brexit' es la última destilación del procedimiento en condiciones calificadas de normales. En plena campaña, la diputada laborista Jo Cox fue asesinada por un partidario de abandonar la Unión Europea. Los sondeos que pronosticaban una amplia victoria del remain desactivaron a gran parte del electorado europeísta y los sistemas informáticos que sustentaron la votación sufrieron ataques masivos de procedencia rusa y china. Como en Turquía, el margen fue muy estrecho, pero las consecuencias fueron inmediatas respecto a la consideración social en las islas de las enfermeras españolas y los fontaneros polacos, entre otras.

En cuanto a los referéndums llamados de autodeterminación, su aplicación fuera del ámbito de las descolonizaciones arroja una singular cualidad. Tanto en el de Quebec como particularmente en Escocia, que gane el "no" a la secesión significa que se tendrá que repetir la votación hasta que salga lo que quieren los nacionalistas del lugar mientras machacan a la población con sus consignas y crean el caldo de cultivo para que si no es hoy, la secesión sea mañana o cuando las circunstancias se pongan de cara. En la tesitura de una victoria separatista no habría repetición ni aunque se ganase por un voto nulo.

Como cada caso es un mundo, en el de Cataluña concurren los peores rasgos de los tres grandes modelos referendarios, de la ausencia de garantías a la toxicidad ambiental. Que Podemos se sume al carro de los nacionalistas es una prueba más del desastre al que parecen abocados los ciudadanos de Cataluña y del resto de España en aras de una delirante concepción de la democracia que se basa en la ignorancia y el odio. En ella coinciden, convergen o confluyen los gurús del chavismo y los herederos del pujolismo. Lo intuyó Zapatero. Erdogan marca el camino.

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