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Pablo Planas

Mossos, traición y brutalidad

Si las apariencias engañan, en el caso de Cataluña estafan.

Cordon Press

Desde la perspectiva nacionalista, los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional desplazados en Cataluña actuaron con manifiesta desproporción durante la jornada del 1 de octubre. Pasaron por encima de una población civil indefensa, arrancaron a los niños de los brazos de sus madres, abusaron de las mujeres y mostraron una especial predilección por cazar ancianos, a quienes aporrearon con saña y sadismo.

El contraste entre un armario ropero con casco y porra y una dulce viejecita temblorosa y desamparada que sólo quiere votar es dinamita propagandística. Si las apariencias engañan, en el caso de Cataluña estafan. En la era del teléfono móvil, las cargas policiales están perfectamente documentadas y en las crudas imágenes de todas ellas se puede apreciar la presencia de al menos una pareja de la policía política de la Generalidad que contempla la violencia a prudente distancia. Es cierto que no todos los mossos miraron para otro lado. Unos pocos aquí y allá se encararon con picoletos y maderos en defensa del pueblo de Cataluña, pero en general se limitaron a presenciar la escalofriante crueldad de los mercenarios paramilitares con una pasividad rayana en la connivencia con los crímenes contra la humanidad que se perpetraron este domingo, siempre desde el punto de vista nacionalista.

Sin embargo, esa actitud de policía del Judenrat de decenas de mossos pone de manifiesto una grosera contradicción en la narrativa independentista. Los Mossos no cerraron ningún colegio electoral y eso estuvo bien. Pero por otro lado no se mostraron especialmente predispuestos al sacrificio en defensa de las que podían ser sus abuelas, madres, hermanas, compañeras o hijas. Esos hombres del mayor Trapero no parecían los mismos que agotaron la munición de sus pistolas y metralletas en la espectacular desarticulación por abatimiento del comando islamista que atentó el pasado agosto en Barcelona y Cambrils.

Así es que en al menos una cosa podrían estar de acuerdo el Ministerio de Interior y la consejería del ramo. Los Mossos practicaron en todo momento la pasividad, bien porque no precintaron los colegios tal como les había ordenado el Tribunal Superior de Justicia, bien porque no hicieron nada mientras se cometía un clamoroso atropello contra la población civil ante sus propias narices. En ambos presupuestos, la imagen del cuerpo queda por los suelos. No cumplieron la concreta orden judicial ni el teórico mandato del pueblo, no aseguraron la ley ni protegieron a los ciudadanos.

Es probable que la CUP tenga algo que decir al respecto, ya que cuando los atentados islamistas tacharon las muertes de los terroristas de ejecuciones extrajudiciales. O alguna pregunta sobre el hecho de que la mayor parte de los agentes de la elite antidisturbios de los Mossos estuvieran de permiso durante el infausto domingo. Se mire por donde se mire, la traición es evidente y si no es traición es incompetencia. En los dos casos, complicidad con varios delitos. A ver qué dice la comisión de la verdad que está montando Puigdemont.

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