
Sembrar el campo con venenos diversos es una práctica nefasta para la diversidad y peligrosa hasta para la propia seguridad de la población humana: poco a poco se va consiguiendo luchar contra esta auténtica plaga, pero todavía queda mucho por hacer.
La colocación de cebos envenenados con diferentes tóxicos ha sido una práctica habitual para tratar de controlar a los predadores odiados por cazadores y ganaderos, como las rapaces, los carroñeros y los mamíferos carnívoros.
No es un hecho exclusivamente propio de España, pero precisamente la extraordinaria riqueza en especies de nuestro país nos hace más sensibles al problema. No debemos olvidar que cuando España presentó sus méritos de cara a la integración en la UE, lo hizo aportando la mayor biodiversidad del continente.
Si recordamos lo que sucedía en la primera mitad del siglo XX en el medio rural español, cuando Ayuntamientos y otras Administraciones abonaban buenos dividendos a los alimañeros que presentaban pruebas de haber abatido rapaces o carroñeros y no digamos lobos u otros mamíferos cazadores, parece increíble que nuestras especies más representativas, como grandes águilas o buitres no se hayan extinguido; pero afortunadamente todavía viven, al menos en forma de poblaciones residuales.
Somos el paraíso de la biodiversidad, animal y vegetal, y lo somos porque la Península Ibérica está situada en las fronteras entre dos grandes zonas biogeográficas: la Etiópica por el Sur, y la Paleártica que nos incluye junto a la mayor parte de Europa y buena parte de Asia; estos contactos entre diferentes regiones del planeta redundan en extraordinaria riqueza y diversidad de especies.
Pero no podemos bajar la guardia en la lucha contra las amenazas a la biodiversidad, y el veneno, junto a los incendios figura a la cabeza de las mismas.
El último informe de WWF España se presenta incluyendo un término inventado, pero tan expresivo que no nos hemos resistido a adoptarlo, el "venenómetro": trata de medir la intensidad de la colocación de cebos envenenados y la lucha contra esta práctica, basándose en siete puntos estratégicos bien definidos, y con atención diferenciada hacia cada una de las Comunidades Autonómicas españolas.
Es perfectamente lógico que se realice esta división metódica, ya que las medidas complementarias de la legislación general en lo referente a la naturaleza son diferentes en muchos puntos de sus contenidos y medidas, preventivas y punitorias, de manera que hemos entrado en una especie de competición, entre las diecisiete Comunidades. ¿Quién lo hace mejor? Sálvese quien pueda.
Y se salva Andalucía, y casi se acercan al aprobado Aragón y Cataluña. Castilla la Mancha y Extremadura, especialmente ricas en Biodiversidad, se encuentran preocupantemente estancadas.
Castilla y León desciende de la segunda a la última posición con respecto al anterior informe. Digamos en su disculpa que la caída se debe a la presión que supusieron las recientes plagas de topillos que obligaron a tomar medidas de urgencia como la siembra de ingentes cantidades de rodenticidas.
Esperamos que las actividades de prevención que se están tomando en los campos de cereal castellanos aprovechando el descanso entre estas plagas cíclicas. Por ejemplo, la colocación de postes con nidales para rapaces, puedan revertir la situación hacia lo correcto.
En el informe con que concluye la evaluación que estamos comentando se ha seguido un riguroso método, basado en ocho puntos de estudio que trataremos de resumir: son los siguientes.
1.- Existencia de un Plan Regional de lucha contra el veneno y de estrategias de aplicación del mismo.
2.-Disponibilidad de recursos adecuados para desarrollar dichas estrategias, considerando tanto los medios humanos como los técnicos. Se valora especialmente la capacidad para realizar las correspondientes analíticas de los animales encontrados muertos y la presencia de veterinarios y otros científicos especializados en toxicología.
3.-Establecimiento de vigilancia y prevención de la colocación de cebos en las fincas. En este sentido, cabe resaltar la importancia de una reciente innovación que consiste en el empleo de perros adiestrados en la localización olfativa de las diferentes sustancias tóxicas que suelen emplear los delincuentes ambientales.
Los éxitos obtenidos por las patrullas que se apoyan en la ayuda de perros son muy esperanzadores: en principio fueron grupos aislados de agentes ambientales quienes iniciaron este método, pero en la actualidad existen ya cuerpos caninos oficiales, como los que viene incorporando el Seprona.
4.- Formación de agentes especializados, que se consigue a base de poner a disposición de los mismos publicaciones adecuadas, tanto científicas como legales, así como los necesarios cursos de formación y actualización, y sobre todo valorando y gratificando de manera justa sus valiosos servicios.
5.- Existencia de normativa autonómica sobre la determinación de responsabilidades, tanto sobre el territorio administrado en general como sobre puntos especialmente estratégicos, como los cotos o los entornos rurales ganaderos.
6.- Valoración sobre las medidas cautelares y las sanciones administrativas que se han tomado en relación con los delitos toxicológicos registrados en la Comunidad.
7.- Medidas tomadas para la sensibilización de la población implicada, con divulgación de la dificultad de los trabajos de los agentes que luchan contra el veneno y exposición al público de las sanciones y medidas ejemplarizantes que se hayan podido tomar en cumplimiento de la Ley.
8.- Que se trabaje en total transparencia y se permita a las organizaciones, como WWF, conocer la situación en todo momento, con posibilidad de acceder al número de casos, fecha de los mismos, especies afectadas y tóxicos localizados.
La conclusión Final
Nos encontramos en un momento de peligroso estancamiento en la lucha contra la colocación de cebos envenenados, con el esperanzador ejemplo de algunas Comunidades, Andalucía a la cabeza, que aunque con gran esfuerzo, transitan por el buen camino; es decir, hacia una España liberada del terrible problema del veneno.
En esta lucha se ha perdido en los últimos 25 años la vida de unos 185.000 animales de las más valiosas especies de la fauna española. Esta cifra se calcula en función de que por cada ejemplar localizado muerto, al menos otros nueve de cada diez desaparecen sin que se advierta el delito ecológico que ha acabado con su vida.
Y no podemos concluir sin agradecer una vez más la extraordinaria labor que realiza el Seprona: así lo reconoce la totalidad del ecologismo español, especialmente las asociaciones que hace años se reunieron para luchar contra el problema del veneno a través de una activa plataforma que adoptó el nombre de "Proyecto antídoto". Seprona está siendo el mejor antídoto contra los delincuentes ambientales que en su ignorancia siguen creyendo que el veneno es la solución para que haya más fauna cinegética en nuestros cotos.