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Miguel del Pino

Alivio para el elefante

El mercado de marfil de Hong Kong, el más importante del mundo, acaba de cerrar sus puertas, al menos desde el punto de vista legal.

El mercado de marfil de Hong Kong, el más importante del mundo, acaba de cerrar sus puertas, al menos desde el punto de vista legal.
Elefante | Pixabay/CC/Sponchia

La organización internacional Avaaz ha obtenido uno de sus mayores victorias al conseguir que los legisladores de dicha población se decidieran a favor de la prohibición del comercio de marfil, principalmente de colmillos, por aplastante mayoría.

La "goleada", como lo califican los portavoces de Avaaz, registró 48 votos a favor de dicho veto frente a 4 en contra y ninguna abstención. La suerte de los traficantes parece echada, y hablamos, repetimos, del mercado de mayor importancia mundial en magnitud y popularidad.

No ha sido fácil conseguir este resultado y realmente la campaña ha obtenido un éxito muy trabajado. Comenzó con la presentación de un millón cien mil firmas a los legisladores, que debieron de resultar muy impresionados por este aluvión de protestas de los amigos de los elefantes.

A esta iniciativa siguieron una serie de actividades como la utilización de una afortunada imagen en la que unas manos humanas abiertas sostienen a toda una familia de elefantes africanos. El lema acompañante es "El elefante está en tus manos".

Una de las más populares estrellas de China, llamada Li Bing Bing se sumó a la campaña y atrajo con su atractiva imagen a miles de nuevos partidarios. Finalmente hasta algunos de los legisladores acudieron a la votación portando la famosa pancarta anterior. Las redes sociales apoyaron también notablemente.

Las protestas callejeras fueron pacíficas y muy coloristas, de pronto parecía que todo el mundo se interesaba por la supervivencia de una de las especies animales más interesantes del planeta. A los elefantes les brotaban amigos como por arte de magia, aunque no era nada mágico, sino en primer lugar el gran peso de la razón, al que acompaña una excelente campaña publicitaria.

Una especie prodigiosa

Estamos hablando del elefante africano Loxodonta africana, uno de los dos géneros supervivientes de lo que fue el orden de los Proboscídeos, caracterizados por la transformación del labio superior y de la nariz en una trompa que constituye una verdadera maravilla de la evolución.

Miles de músculos están implicados en esta prolongación de rostro de los elefantes; la trompa posee una fuerza ciclópea que le hace capaz de derribar un árbol pero también de recoger un alfiler del suelo. Con ella toma el alimento vegetal y se lo lleva a la boca, pero también puede utilizarse como eficaz manguera en esas duchas a que son tan aficionados estos animales.

Las grandes orejas son radiadores de emisión de calor para evitar que la temperatura corporal se eleve demasiado durante las horas de insolación; por esta razón son mayores en el elefante africano que en sus primos asiáticos del bosque monzónico, donde los rigores térmicos suelen ser más suaves.

Los elefantes africanos viven en manadas gobernadas por una veterana hembra; es una sociedad matriarcal donde todo parece estar en función de la protección de las crías, que vienen al mundo con un peso que ronda los cien kilos. La vida infantil del elefante transcurre entre un bosque formado por las patas columnares del grupo de hembras que lo abrigan, ayudando en esta función a su madre.

En sus desplazamientos las manadas de elefantes recorren territorios lo suficientemente extensos como para permitir que la vegetación arbórea se regenere tras haber sido descortezada a su paso. Un gran problema, derivado de la reducción del espacio de sus rutas al alojarlos en reservas, hace que retornen demasiado pronto al lugar que previamente habían ocupado en sus circuitos, sin dar tiempo a dicha regeneración.

Al carecer prácticamente de enemigos, los elefantes siguen la regla ecológica de tener muy pocas crías para evitar la superpoblación, de manera que la actuación de los cazadores furtivos tiene efectos letales para los efectivos de sus grupos familiares.

En los siglos anteriores el mito de los "cementerios de elefantes", con inmensas riquezas de marfil, motivó numerosas expediciones de buscadores y cazadores europeos: se trataba lógicamente de una leyenda alimentada por la realidad de que en algunos recodos fluviales del corazón de África se encontraron efectivamente acumulaciones de huesos y de marfil.

La existencia de esos depósitos se debe a que tales osamentas habían sido trasladadas por el río y depositadas en tales playas por la instalación junto al agua de ejemplares muy viejos incapaces de comer plantas duras, que aprovechaban por tanto la vegetación más blanda de las márgenes empapadas por el agua.

Estamos evitando hablar de colmillos, ya que las defensas del elefante con su importante componente de marfil no son colmillos, sino transformación de los incisivos: no sólo sirven para la comunicación entre los diferentes ejemplares de un rebaño, sino también como eficaces herramientas con que cavar y encontrar agua improvisando pozos durante las épocas de sequía.

Los datos de la tragedia.

Las cifras sobre matanzas de elefantes en las últimas décadas a manos de los furtivos son escalofriantes, pero indican también la existencia de un conflicto entre humanos relacionado con la miseria y el subdesarrollo.

Los llamados "rangers", o cuidadores de las reservas, mantienen verdaderas guerras a muerte contra los furtivos, pero a pesar de que unos y otros se jueguen sus vidas en el empeño, cada día mueren en África unos 82 elefantes a manos de los cazadores ilegales, lo que arroja un total de 30.000 al año: una cifra realmente incompatible con el futuro de la especie.

No hace falta ser un conservacionista o un profesional de la ecología; cualquier persona medianamente sensible querría que sus nietos puedan seguir contemplando elefantes y admirándose con su portentosa inteligencia y el funcionamiento familiar de sus grupos, de manera que la reciente prohibición del comercio de marfil en Hong Kong constituye una gran noticia.

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