¡Qué Transición tan magnífica hemos hecho! ¡Qué inteligentes, qué modernos y qué tolerantes hemos sido todos! ¡Qué buenos somos y qué felices estamos! ¡Y menuda lección hemos dado de civismo y democracia! ¡Somos la envidia del mundo, el asombro del universo!
Hemos zanjado los problemas que España arrastraba desde el siglo XIX. Hemos enterrado las dos Españas para siempre. Ya nunca más habrá enfrentamientos civiles, ni crispación política, ni tensiones separatistas. Todos hemos firmado un pacto constitucional que acomoda en España a derechas, izquierdas y nacionalismos, que nunca más tendrán razones para desear la secesión.
Pero lo más importante es que tenemos que ser los más antifranquistas de todos, para que no nos acusen de cosas feas. No prestemos atención a la agitación guerracivilista que pueda venir por parte de la izquierda y los separatistas, pues no tiene importancia. Al fin y al cabo son cosas que no van más allá de lo simbólico y sentimental, sin efectos prácticos ni jurídicos ni políticos. Y, además, irá menguando con el paso del tiempo. ¡Qué más da la damnatio memoriae, y que quiten las calles a los unos y se las dediquen a los otros, y que derriben el Valle de los Caídos o lo conviertan en una sala de bingo, y que se enseñe a los niños una historia de buenos y malos, y que se condene el franquismo en el Parlamento, y que se promulgue la Ley de Memoria Histórica, y demás cosas sin consecuencia práctica alguna! No nos opongamos, que nos acusarían de fachas, y cualquier cosa menos eso.
Dejemos que la izquierda haga y deshaga lo que le apetezca en el ámbito ideológico. Dejémosla diseñar la sociedad, la opinión pública, la enseñanza, la moral, la familia y hasta la antropología y el derecho a la vida. Además de que los izquierdistas son más cultos, inteligentes y moralmente superiores, representan el progreso en todos los ámbitos, por lo que oponernos a ellos sería cosa de fachas, y cualquier cosa menos eso.
Aunque dijimos que con la llegada de la Constitución y el Estatuto de Guernica la ETA desaparecería por perder su razón de ser, lamentablemente ha seguido cometiendo cientos de crímenes. Pero mientras sigan matando sólo a militares y guardias civiles, pelillos a la mar. Luchar contra ellos con toda la fuerza del Estado nos pondría a la altura de Franco. Así que, mientras negociamos en secreto con los terroristas, saquemos a los asesinados por la puerta trasera de la iglesia y enterrémoslos con disimulo. Y tratemos a los presos etarras con benevolencia: concedamos amnistías, pongamos penas muy cortas e incluso permitamos que al salir los homenajeen. Hacer lo contrario sería de fachas, y cualquier cosa menos eso.
Miremos para otro lado mientras los nacionalistas vascos y catalanes instauran su hegemonía social y cultural en sus regiones. Hay que compensarles. ¡Pobrecitos! ¡Con lo mal que se lo hizo pasar Franco! Permitámosles incluso vulnerar las leyes y la Constitución y que discriminen la lengua española en las aulas y la Administración. No olvidemos que bilingüismo es fascismo, como repiten ellos en sus manifestaciones. Y deben de tener razón, pues de esas cosas saben un montón. Defender la lengua común de todos los españoles, por muy mayoritaria que sea también en el País Vasco y Cataluña, sería hacer lo mismo que Franco. Y cualquier cosa menos eso.
Y si adoctrinan totalitariamente a los niños mediante mentiras que provocan el odio a España, no olvidemos que oponernos a ello sería hacer lo mismo que Franco. Y no nos empeñemos demasiado en que los separatistas tengan que cumplir leyes y sentencias judiciales, pues eso es cosa de Estados policiales fascistas, y cualquier cosa menos eso.
Si conciben el Estado autonómico como perpetuamente centrifugable, incluso hasta llegar, saltándose la Constitución, al vaciamiento del Estado, tampoco nos enfademos por ello, pues lo contrario sería centralismo opresor, lo mismo que hizo Franco, y cualquier cosa menos eso.
Si se empeñan en construir redes paradiplomáticas contra lo establecido en la Constitución sobre las relaciones exteriores de España, tampoco tiene importancia, pues no tiene efectos prácticos; y si desarrollan las policías autonómicas hasta convertirlas en enemigos interiores del Estado, miremos para otro lado y no nos preocupemos demasiado, pues al fin y al cabo todos acabamos siendo aliados en la UE y la OTAN, que es lo que cuenta. Oponernos a ello sería casposo, militarista, imperialista y dictatorial, cosas muy fachas, y cualquier cosa menos eso.
Y si ahora han dado un golpe de Estado, la ley nos obliga a impedírselo. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Con lo poco que nos gusta hacer cumplir la ley! Pero impidámoselo poco, haciendo que aplicamos el artículo 155 pero sin aplicarlo, pues ya nos están acusando de Estado fascista que oprime la voluntad democrática de los catalanes, y cualquier cosa menos eso.
Y si siguen utilizando la televisión autonómicapara agitar el odio, organizar el golpe y promover la violencia, no lo impidamos, pues sería censura y la censura es cosa franquista, y cualquier cosa menos eso.
Lo importante es la economía. Eso es lo único en lo que se fija la gente. Bajemos el paro, arreglemos un poco las cuentas, y ya veréis que lo que enseñen en los colegios, lo que se proclame en el Parlamento, lo que se cuente en las películas, lo que digan las leyes y lo que se repita en prensa, radio y televisión no tendrá efecto alguno en los votantes de las próximas generaciones.
¡Pero hay que ver qué injusta es la vida y qué manía nos tienen en el extranjero! Pues a pesar de que fuimos nosotros los que desmontamos el franquismo, los que promulgamos una Constitución que borró de un plumazo todo vestigio suyo y que fue aprobada con entusiasmo por los separatistas y por la izquierda, comunistas incluidos, y rechazada con amargura por los pocos franquistas que quedaban, nos sigue persiguiendo la acusación de franquistas. Y a pesar de todo lo que hemos hecho en los últimos cuarenta años contra el franquismo, su recuerdo, su legado, su legislación, su obra, su memoria, su imagen y su reputación, la izquierda sigue acusándonos de franquistas y la prensa extranjera se ha tragado hasta el fondo la propaganda separatista de que éste es un Estado neofranquista.
Señal de que nos hemos quedado cortos. Así que tendremos que insistir y profundizar en ello. Vamos por buen camino. Se nota sobre todo en el espectacular aumento de votos que vamos a tener en las próximas elecciones.