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Elías Cohen

El exministro israelí que espió para Irán

La rocambolesca peripecia de este hombre nos plantea un sinfín de preguntas, aunque por ahora tenemos muy pocas respuestas.

La rocambolesca peripecia de este hombre nos plantea un sinfín de preguntas, aunque por ahora tenemos muy pocas respuestas.
Gonen Seguev | Captura de pantalla de un informativo del canal israelí i24

También en Israel han abundado los escándalos de corrupción –o por otros delitos de importancia– cometidos por personalidades de primera fila, sobre todo en los últimos veinte años. Aunque Golda Meir siempre se lamentó de que su país no era el Camelot judío que ella soñaba, los padres fundadores –entre los que se contaba la propia Meir– establecieron checks and balances(contrapesos) para que las instituciones funcionaran.

Hay que decir, de hecho, que Israel ha sido un ejemplo a la hora de perseguir y condenar a corruptos y demás delincuentes, aunque hayan sido primeros ministros o presidentes. La lista es larga, y aleccionadora. Ehud Olmert, que fue a la cárcel por recibir un soborno de 100.000 euros, dijo tras recibir su condena: "Quiero dejar clara una cosa: me siento orgulloso de pertenecer a un país en el que un primer ministro puede ser investigado como cualquier otro ciudadano". El juez, David Rozen, fue contundente en su veredicto: "Los servidores públicos que perciben sobornos son traidores".

Israel figura en el puesto número 32 (de 180) en el Índice de Transparencia Internacional. Y, según un informe del GAN Anti-Corruption Business, su institución más libre de corrupción es, precisamente, el Poder Judicial.

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Lo del exministro Gonen Seguev, detenido por vender secretos a Irán y a la espera de un juicio que le podría costar la vida, no es la típica historia de sobornos, corrupción o acoso sexual. Es un caso sorprendente en el que, verdaderamente, no todo está dicho.

La biografía de Seguev nos lleva a pensar que algo no ha estado funcionando bien en su cabeza.

Médico de profesión, en 2004 intentó introducir en Israel 32.000 dosis de éxtasis fabricadas en los Países Bajos. Lo más estupefaciente –nunca mejor dicho– del caso es que había manipulado con un bolígrafo la fecha de expiración de su pasaporte diplomático para no tener problemas en el aeropuerto holandés. Cinco meses antes, un tribunal de Tel Aviv le había impuesto una pena de un año de libertad condicional y 50.000 shékels (unos 12.000 dólares) de multa por operar fraudulentamente con una tarjeta de crédito.

Seguev fue ministro de Energía e Infraestructuras con Isaac Rabin y Simón Peres, en los años noventa, y su voto fue decisivo para que Israel asumiera los Acuerdos de Oslo.

Tras lo del éxtasis fue condenado a cinco años de prisión, pero sólo cumplió tres por buen comportamiento. Se le retiró la licencia de médico y decidió empezar una nueva vida en Abuja, la capital de Nigeria. Sorprendentemente, allí se encargó de los cuidados médicos del personal diplomático israelí y de la comunidad judía local. En 2016, tras años de trabajo modesto, incluso recibió el agradecimiento del Ministro de Exteriores israelí por salvar la vida de un guardia de seguridad.

Su experiencia africana no fue suficiente y en 2016 el Ministerio de Sanidad se negó a levantarle la prohibición del ejercicio de la medicina. Seguev declaró entonces:

He decidido que no volveré a Israel a menos que pueda hacerlo con la cabeza alta, como "el Dr. Gonen Seguev" y con permiso para trabajar, no como "el exconvicto Gonen Seguev".

Todo parecía indicar que Seguev había dejado atrás sus locas actividades delictivas y estaba intentando reinsertarse, no sin dificultades, en la sociedad israelí. Podríamos haber leído, en unos años, que por fin había sido rehabilitado como médico y que acababa sus días ejerciendo la medicina en una pequeña consulta en un moshav del norte del país (antes de ser ministro, se desempeñó como médico y granjero en el moshav de Tel Adashim, situado entre Nazaret y Afula).

Pero Seguev volvió a las andadas y, según el Shin Bet (la Agencia de Inteligencia de Israel), no se limitó al tráfico de drogas o a los fraudes crediticios. Sino que se decantó por uno de los delitos más penados en Israel: ayudar al enemigo en tiempo de guerra.

De acuerdo con las revelaciones del Shin Bet y la instrucción del Tribunal de Distrito de Jerusalén, Seguev fue reclutado por diplomáticos iraníes en Nigeria. Posteriormente, viajó a Irán y se vio con agentes de la República Islámica en otros lugares del mundo; incluso le habrían proporcionado un dispositivo para decodificar mensajes. Seguev, como exministro de Energía e Infraestructuras, tenía conocimiento de información sensible y de localizaciones estratégicas de Israel, que serían para el enemigo un objetivo prioritario en caso de guerra.

Seguev fue extraditado a Israel desde Guinea Ecuatorial, que le negó la entrada. Una vez en el Estado judío, alegó que nunca pasó información clasificada y que actuó como un agente doble para ayudar a Israel y regresar a su país como un héroe.

¿Qué lleva a un exministro médico de profesión a traficar con estupefacientes? ¿Se redimió realmente en Abuja y cuando se le negó la vuelta a la medicina quiso ganársela haciéndose el héroe, o decidió vengarse de su país vendiendo secretos al enemigo? ¿Está en sus cabales o sólo es un hombre que se equivoca estrepitosamente?

La rocambolesca peripecia de Seguev nos plantea un sinfín de preguntas, aunque por ahora tenemos muy pocas respuestas. Ahora bien, queda claro que como delincuente no tiene precio, por su torpeza.

Quizá nunca sepamos toda la verdad, y la historia de Seguev dé material para alguna buena novela.

© Revista El Medio

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