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Santiago Navajas

Los Estados Soviéticos de América

PC ya no significa Partido Comunista sino Políticamente Correcto. Tras dichas siglas se sigue agitando la imposición del pensamiento único.

PC ya no significa Partido Comunista sino Políticamente Correcto. Tras dichas siglas se sigue agitando la imposición del pensamiento único.
La 'polémica' caricatura que Mark Knight ha hecho a Serena Williams | Herald Sun

Hasta 1989, PC era sinónimo de Partido Comunista. Y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, su más acabada expresión política. En la órbita de los países dominados por el Politburó soviético, las libertades de expresión, pensamiento y creatividad artística brillaban por su ausencia. Artistas como Shostakovich, Vladimir Holan o Reinaldo Arenas se vieron oprimidos y sojuzgados tanto por sus ideas políticas como, en el caso del cubano, por ser homosexuales. No cabía para los comunistas la más mínima posibilidad de disidencia en su proyecto de un Hombre Nuevo sin tacha burguesa.

En 2018, el periódico australiano Herald Sun ha publicado una portada en la que sarcásticamente anuncia "Bienvenidos al Mundo PC", una "zona libre de sátira", sobre un fondo en el que se muestran caricaturas de Donald Trump, Kim Jong un, Hannibal Lecter... y hasta Serena Williams. El problema viene suscitado porque en una caricatura de Mark Knight en el periódico australiano sobre la tenista norteamericana, los medios norteamericanos han querido ver el eco de viejas caricaturas en EEUU en las que se despreciaba a los negros. PC ya no significa Partido Comunista sino Políticamente Correcto. Pero tras dichas siglas se sigue agitando la plaga de la imposición del pensamiento único, la persecución de los herejes al dogma y la satanización de la diversidad ideológica.

Que una caricatura sobre negros tenga intenciones racistas no quiere decir que todas las caricaturas que versen sobre ellos lo sea. Por ejemplo, se objeta que Mark Knight haya dibujado a Williams con labios gruesos, cuando a la tenista norteamericana siempre se la ha dibujado así porque, como Mick Jagger, tiene los labios gruesos. Cuando se le ha hecho una caricatura no sarcástica y crítica sino benevolente y amable pero con dichos rasgos nadie ha protestado, evidenciando que la cuestión no es el grosor de los labios de la tenista sino la estrechez de las mentes de los censores.

En realidad, de lo que se trata con las acusaciones de racismo al viñetista, así como con las protestas pseudofeministas, es seguir alimentando la bomba de victimismo y el ataque por parte de la izquierda a los fundamentos de la sociedad abierta y al Estado de Derecho. En pleno, el batallón de la prensa progre anglosajona, de la CNN a The Guardian pasando por el Washington Post, se han lanzado a la yugular del caricaturista que ha osado criticar la conducta maleducada, histriónica y chabacana de Serena Williams, con el objetivo de imponer sus prejuicios y sesgos culturales al conjunto del mundo.

Este intento de colonialismo inquisitorial por parte de los medios de comunicación anglosajones sobre el resto del planeta es la continuación del supremacismo político al que se creen que tienen derecho por su poderío en el mercado global. Pero desde el liberalismo se trata de objetar a estos grandes poderes fácticos y defender a los viñetistas de todas las tendencias y corrientes contra los yihadistas que. desde el islamismo fundamentalista, en el caso de Charlie Hebdo, o la progresía políticamente correcta, en la campaña contra Herald Sun, amenazan miedo, orquestan acosos en internet o tratan de establecer dogmas sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo malvado, lo que es racismo y feminismo o lo que no.

Hubo un tiempo en el que Pravda, el periódico ruso paradójicamente titulado "Verdad", era una broma (de mal gusto) desde su mismo título. Hoy, es el New York Times el que toma su título como si fuese una verdad revelada y cree que la hora de Nueva York es la que deberíamos tener todos en nuestros relojes. Pero ni la URSS se impuso a pesar de todo el terror que desarrolló, ni el New York Times conseguirá que pongamos en nuestros relojes la hora estadounidense, por mucho que la cosmovisión socialdemócrata anglosajona controle Twitter, Facebook y el conjunto de las redes sociales.

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