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Cristina Losada

Cosas que no saben Susana y Teresa

Las dos estaban, como quien dice, a ambos lados de la barricada, y en cuanto a sus manifestaciones de palabra, es difícil decidir quién iba de destronada y quién de tronada.

Las dos estaban, como quien dice, a ambos lados de la barricada, y en cuanto a sus manifestaciones de palabra, es difícil decidir quién iba de destronada y quién de tronada.
Teresa Rodríguez y Susana Díaz | EFE

La investidura del primer presidente autonómico no socialista en Andalucía dejó patente en qué se ha sostenido la larga hegemonía del PSOE allí. El clientelismo era la parte oculta y eficaz del asunto: el pan. Pero la parte espectacular, el circo del negocio, era un tridente de agitación, demagogia y sectarismo izquierdista que muy probablemente no tenga parangón. Ese estilo de gobierno marca, y marca tanto a quienes lo han mamado y utilizado que no son capaces de hacer un discurso ni cuando tienen que ceder el Gobierno. Mejor dicho: entonces, aún menos.

La sesión de investidura fue así, por parte de Susana Díaz y de su competidora en arengas Teresa Rodríguez, una sesión de agitación mitinera, cuyo público estaba principalmente fuera: los "colectivos feministas" que habían llamado a manifestarse a las puertas del Parlamento. Las dos estaban, como quien dice, a ambos lados de la barricada, y en cuanto a sus manifestaciones de palabra, es difícil decidir quién iba de destronada y quién de tronada. Si la que dijo que Moreno llegaba a la presidencia de la Junta "con los herederos del franquismo", o la que llamó repetidamente "el niño de las pistolas" al presidente de VOX, Santiago Abascal.

Díaz justificó la manifa que ella mismo había convocado –y que su partido apoyó en la logística, alquilando autobuses– en que "el terrorismo machista se ha cobrado más vidas de mujeres que ningún otro tipo de terrorismo". No es la primera vez que usa el concepto, de modo que no hay duda de que la expresidenta de la Junta no tiene ni idea de qué es el terrorismo. Y si la tiene, aún es peor, por querer aprovechar el impacto de la definición no ya sin solvencia, sino sin conciencia. Sin escrúpulos. Esa utilización espuria, más en un país donde una organización terrorista (y nacionalista) ha asesinado a tantos hombres, mujeres y niños, es imperdonable.

La ignorancia o el cinismo de Díaz en este punto no sé si es análoga, pero no es mayor que la de la podemita Rodríguez con su insistencia en describir a Abascal como "el niño de las pistolas" o "el pistolero de Bilbao", que dijo también. Rodríguez no es una niña. De hecho, tiene cinco años menos que Abascal. Sus experiencias políticas, sin embargo, son muy distantes y distintas. Sobre todo, por esto: mientras ella podía militar en Izquierda Unida e ir en sus listas sin que ningún grupo armado la amenazara por ese motivo, Abascal tenía que hacer frente a las amenazas de muerte de ETA por ser nieto de su abuelo, hijo de su padre y por ir él mismo en las listas del Partido Popular.

Su historia es conocida. Es la de tantos y tantos miembros de UCD, de AP, del PP y del PSOE en el País Vasco. Y de otras muchas personas. Los sarcasmos, las bromitas, los intentos de descalificar a alguien que ha vivido bajo esa presión por tomar medidas de seguridad en consecuencia revelan un enorme desprecio por quienes han padecido la dictadura terrorista y aún tienen que soportar su legado de odio. Legado que sus sucesores no repudian en absoluto: al contrario. Rodríguez puede pensar y decir lo que quiera sobre las ideas de Abascal y de VOX, pero tiene que respetar a aquellos que, como él, estuvieron en primera línea frente a la organización terrorista. Las decisiones de Abascal sobre el grado de protección que necesita son exclusivamente suyas y de las fuerzas de seguridad, igual que las de otros personajes públicos. Un mínimo de respeto y decencia, diputada, que parece que ni sabe ni le importa lo que ha sido vivir bajo la amenaza de muerte de ETA. Y ya si pueden Díaz y Rodríguez, mírense el vídeo de la toma de posesión de los concejales del PP, Abascal uno de ellos, en Llodio, en junio de 2003. Porque allá fueron a manifestarse al Ayuntamiento los proetarras, empujando e insultando a los concejales del PP. Hay que alejarse, pero muchas millas, de cualquier cosa que se parezca a esas prácticas.

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