
Pasma la sorpresa que en el Gobierno ha causado el escándalo del relator. En lo que se asemeja a una conspiración de tontucios, el presidente, en su estolidez, encarga la negociación con los separatistas catalanes a la más incapaz de todos los que le rodean. Este honor que adorna a Carmen Calvo no es fácil de alcanzar si se considera que compite con Ábalos y con Lastra. Y cuando a la tontiloca le cuelan la presencia de un mediador en la mesa de negociación, la ignara no entiende que eso es tanto como reconocer la existencia de un conflicto entre dos entidades iguales y soberanas. Mucho menos comprende que llamarle "relator" a eso o confinar su presencia a una mesa de partidos no le resta una brizna de gravedad a la traidora concesión. Y es que su magín no atina a columbrar las consecuencias de haber comprometido al Gobierno a pasar por lo que salga, relator mediante, de esa mesa de negociación.
Sánchez, que es aún más bodoque que su vicepresidenta, tampoco entiende el revuelo ni se pregunta por qué las críticas más aceradas a su bobería provienen de su propio partido. De forma que, siguiendo las instrucciones de su manual de resistencia, ha decidido contraatacar. Mentecato como es, menciona una y otra vez, impostando la voz con fatuidad y suficiencia, la soga en casa del ahorcado. Por ejemplo, cuando embiste a la oposición diciendo que:
A pesar del poder de los datos, siempre habrá quien sostenga sus proyectos políticos en base a relatos falsos para movilizar hacia el odio y hacia la división.
Y vuelve a insistir:
Es la propia democracia la que está en juego si permitimos que este relato divisivo y sesgado se imponga.
Todavía termina añadiendo que hay que
invocar un relato de esperanza frente al miedo al futuro.
O sea, que necesitamos no uno, sino muchos relatores que nos relaten a todos, especialmente a la derecha, el relato que necesitamos para darnos cuenta de la suerte que tenemos con este Gobierno. Siendo todo cuestión de relato, no es de extrañar que la solución al dolor de cabeza catalán consista en dar con un relator.
En el colmo del atolondramiento, creen Sánchez y su vicepresidenta que la airada reacción de la derecha se volverá contra ella cuando su injustificada rabieta traiga la muy esperada movilización de la izquierda. No se dan cuenta de que la reacción más iracunda ha provenido precisamente de la izquierda. Ni tampoco les alcanzan las meninges para percatarse de que sus graves traiciones no sólo movilizan a la derecha, sino que desmovilizan a la izquierda. No ven, los muy lerdos, que, tras consumar la hazaña que nadie antes de ellos había jamás logrado, que el PSOE perdiera el poder en Andalucía, estos tres de spaghetti western, la necia, el fatuo y el relator, podrían fácilmente conseguir igual proeza en las demás comunidades autónomas que todavía gobierna el PSOE. No es tanto maldad como idiotez con ínfulas.