Poco a poco se van despidiendo las pocas personas inteligentes que se han dedicado a la política. El bajo nivel intelectual que padecemos, en todos los partidos, en general, pero muy especialmente en el PSOE, hace que hoy Felipe González parezca Churchill, Corcuera, Adenauer y Rubalcaba… Bueno, Alfredo Pérez Rubalcaba se labró su propia leyenda y no necesita ser comparado con nadie. Si Sánchez se antoja hoy peor que Zapatero no se debe a que el expresidente sea más capaz que el actual inquilino de La Moncloa. Es porque Zapatero tenía a Rubalcaba.
Tener cabeza y tenerla buena no es irrelevante cuando se gobierna el Estado. Hace mucho que Cipolla nos advirtió de que los verdaderamente malos son los tontos porque los listos, a fin de cuentas, sólo hacen el mal para lo que les conviene. Los tontos, en cambio, hacen el mal gratuitamente, sin beneficio alguno, y todo el tiempo. Rubalcaba era PSOE quintaesenciado, un partido que ha hecho, y piensa seguir haciendo, mucho daño a España. Pero se conformó con hacer sólo el indispensable para ayudar a su partido a sostenerse en el poder. A tal efecto, me vale el ejemplo de la jornada de reflexión inmediatamente posterior al 11-M. Su mano está detrás de la victoria de Zapatero en 2004 y el modo en que actuó no puede decirse que fuera moralmente edificante, pero ayudó a su partido a ganar aquellas elecciones y volver al poder después de ocho años de sequía que podían muy bien haber sido, sin su intervención, doce o dieciséis. Y, aunque no tuvo piedad, lo hizo con eficacia.
Por otra parte, lo que nunca han comprendido los del PP es que no hay por qué pretender ser mejor, en términos morales, que los socialistas. Bajar a su terreno a combatir con sus armas no consiste en seguir su ejemplo y corromperse tanto como ellos o acuchillarse unos a otros en sangrientas guerras fratricidas. Lo sustancial es ser más inteligentes que ellos. Y eso, cuando vivía Rubalcaba, era muy difícil. Desde que en 1991 muriera Pío Cabanillas, en la derecha no ha habido nadie que pudiera compararse a él.
El País dice que Rubalcaba fraguó la derrota de la ETA. Lo dice por lo de la negociación con los terroristas. La verdad es que el objetivo de aquella ignominia no fue acabar con la banda, que ya estaba grogui. Fue salvarla para que sobreviviera y hoy pudiera, bajo el nombre de Bildu o cualquier otro, ser un aliado del PSOE. Que eso es exactamente lo que hizo lo demuestra el caso Faisán. No se trató de salvar a España, sino de arrebatar a Aznar el mérito de derrotar a la organización para que se lo pudiera atribuir el PSOE. Nuevamente, primó el beneficio del partido.
Ya no queda gente como Rubalcaba en el PSOE. Como tampoco la hay en el PP. Ahora mandan los asesores de imagen y los políticos no hacen más tonterías porque los días son sólo de 24 horas. El PSOE, que siempre ha estado huérfano de buenas intenciones, se queda hoy también huérfano de inteligencia.