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Cristina Losada

La eutanasia que viene

Sí, la eutanasia es muy progresista. Como lo fue la eugenesia. Está pensada para los desfavorecidos.

Sí, la eutanasia es muy progresista. Como lo fue la eugenesia. Está pensada para los desfavorecidos.
Noa Pothoven | Instagram

El caso de Noa Pothoven, la holandesa de 17 años, ha causado en España gran conmoción. Inicialmente se informó, tanto en la prensa española como en la de otros países, de que se le había autorizado la eutanasia. Después se rectificó. Según la última versión, su muerte fue un suicidio sin asistencia, aunque, eso sí, publicitado. Era autora de un libro exitoso en el que contaba los traumas que le habían provocado los abusos sexuales que había sufrido. Ella misma anunció en una red social que iba a morir en el plazo de diez días y que había tomado la decisión junto a un equipo médico, lo cual posiblemente indujo a la confusión sobre la eutanasia. Lo hizo en el salón de su casa junto con sus familiares e incluso recibió, mientras se dejaba morir de inanición, la visita de una diputada de los Verdes, según el corresponsal de ABC. Todo muy normal. En Holanda.

No hay motivo para la conmoción. En Holanda es normal y legal. Aunque no fuera el caso de Pothoven, allí, al igual que en Bélgica, se puede autorizar la eutanasia de una persona con sufrimiento psicológico. La definición de "sufrimiento intolerable" que da acceso a la eutanasia se ha ido ampliando con el tiempo. Mejor dicho: con la práctica. No se reduce al sufrimiento físico, que es lo que en España se supone que la justifica. Esto ha ido paso a paso, pero siempre a más. El psiquiatra y psicoanalista estadounidense Herbert Hendin, una autoridad en materia de prevención de suicidios, tras estudiar lo que llamó the Dutch cure (la cura holandesa), describió gráficamente la escalada:

Holanda ha pasado del suicidio asistido a la eutanasia; de la eutanasia para personas con enfermedades terminales a la eutanasia para personas con enfermedades crónicas; de la eutanasia para enfermedades físicas a la eutanasia para aflicciones psicológicas; y de la eutanasia voluntaria a la eutanasia involuntaria.

En 2015, Arthur L. Caplan, uno de los grandes expertos en bioética de Estados Unidos, confirmaba aquella expansión del concepto de sufrimiento intolerable en ambos países. Además, viendo los datos oficiales, cuya insuficiencia subrayaba, notó que una de las motivaciones que se abría paso para pedir la eutanasia era la de "estar cansado de la vida". En 2016, respondiendo a esa demanda, el Gobierno holandés anunció una ley para que las personas que sienten que han "completado su vida" pudieran "acabarla de un modo digno". Pese a los eufemismos habituales, se entiende. El proyecto continúa en estudio. Es el siguiente escalón. No habrá que sufrir ninguna dolencia terminal ni crónica, ni física ni psíquica, para que le suicide a uno el sistema sanitario: el Estado.

Si la conmoción la ha causado la edad de la joven Pothoven, tampoco habría motivo para rasgarse las vestiduras. Es legal en Holanda que los menores puedan pedir la eutanasia desde los 12 años, aunque necesitan el consentimiento parental hasta los 16. Entre los 16 y los 17 años no lo precisan, pero los padres deben participar en la toma de decisiones. A partir de los 18, pueden pedirla sin más. En Bélgica se levantaron las restricciones de edad en 2014. Los niños que quieren la eutanasia han de mostrar "capacidad de discernimiento", estar "conscientes en el momento en que hacen la petición", y los padres tienen que estar de acuerdo.

No entiendo la conmoción en España, donde las encuestas arrojan desde hace tiempo un apoyo a la legalización. Esa mayoría del público que está a favor cree que se va a limitar a los casos extremos, que tanto publicitan los devotos de la eutanasia, cuando la experiencia muestra que el campo de aplicación se amplía una y otra vez. Cree que el paciente va a decidir siempre autónoma y conscientemente, cuando se sabe que es fácil que haya presiones e interferencias. Cree que las salvaguardas y garantías van a funcionar, cuando se acaban desbordando en la práctica. Y no necesariamente por los médicos, a título individual, sino por la normalización social de la eutanasia y la dinámica que abre en un sistema sanitario público. Basta darse cuenta de que es el tratamiento menos costoso. Mucho menos costoso que la medicina paliativa, por ejemplo, lo que explica por qué en Holanda apenas está desarrollada esa rama. Esa mayoría a favor creerá incluso en los controles externos: sí, como los que hay en Holanda, que se hacen, si se hacen, a posteriori, cuando ya no hay remedio.

Sin atender a la experiencia, sin documentarse, sin ver los pros y los contras, sin estudiar los riesgos y los posibles efectos nocivos es como se va a legalizar la eutanasia en España. Lo quiere hacer el Gobierno Sánchez, y lo hará con el apoyo de otros partidos, convencidos todos ellos de que la eutanasia es de lo más progresista y moderno o persuadidos simplemente por los sondeos. Y van a despachar a los que se opongan como escoria reaccionaria, ultracatólica, que quiere que se muera con dolor. Las falsedades habituales. ¡Pero si los creyentes son ellos! Los activistas de la eutanasia. Esos, que como escribió Hendin, nos dicen que

si hay diez casos en los que la eutanasia es adecuada, tenemos que legalizar una práctica que puede causar la muerte inadecuada de miles.

Los perjudicados estarán, como indica la experiencia, en los grupos de población más vulnerables: los ancianos, los residentes en asilos, las personas con discapacidad, los pobres, los menos formados y los que sufren trastornos psiquiátricos. Pero, sí, la eutanasia es muy progresista. Como lo fue la eugenesia. Está pensada para los desfavorecidos.

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