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EDITORIAL

La Diada del himno nacional

Una vez más, se ha comprobado que la Diada no es la fiesta de todos los catalanes.

La ofrenda floral del golpista Quim Torra y su Gobierno talibánico ante la estatua de Rafael Casanova con motivo de una nueva Diada se vio felizmente amenizada por los sones del Himno Nacional. Muy en sazón, ciertamente: y es que Casanova fue un patriota español que, como tal, abominaría de la canalla separatista. Consejero en jefe de Barcelona durante el asedio de las tropas borbónicas a la Ciudad Condal en la Guerra de Sucesión, el involuntario referente idel separatismo hizo un llamamiento a defender la plaza "por la Patria y por la libertad de toda España". Para enmarcar y colgar en el despacho del, cómo decirlo, menos aguerrido Torra.

En efecto, resulta especialmente apropiado que el tributo a un patriota español se lleve a cabo a los acordes de la Marcha Real, detalle que hay que agradecer a unos admirables vecinos de la zona que tuvieron la decencia de hacerlo sonar por todo lo alto. Sin embargo, los indeseables que están al frente de la Generalidad pusieron a los Mozos de Escuadra en acción para que hicieran lo que no hacen con los liberticidas que siembran el miedo nacionalista en las calles catalanas: identificar a los culpables.

Los separatistas han convertido a los Mozos en una policía política, como quedó ominosamente de manifiesto en el otoño golpista de 2017. El presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, ha denunciado que la policía de Torra solo actúa cuando algo molesta a los supremacistas, es decir, a los verdaderos enemigos de Cataluña, los que están dinamitando la convivencia en el Principado. Cuando los constitucionalistas son acosados, agredidos, insultados, mira hacia otro lado o, en días de especial indecencia, hasta pareciera alentar a los linchadores infames. Qué escándalo y qué vergüenza.

Una vez más, se ha comprobado que la Diada no es la fiesta de todos los catalanes, sino una excusa para que lo peor de la sociedad catalana dé rienda suelta a sus perversiones ideológicas. La Diada es una estafa y una afrenta, y por eso debería ser sustituida, como ya han pedido repetidas veces desde las filas constitucionalistas, por la mucho más cívica festividad de Sant Jordi.

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