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Agapito Maestre

¡Era esto!

¿Sánchez ha convocado las elecciones para ocultar su fracaso o para dar un golpe definitivo a la nación española?

¿Sánchez ha convocado las elecciones para ocultar su fracaso o para dar un golpe definitivo a la nación española?
EFE

¿Sánchez ha convocado las elecciones para ocultar su fracaso o, por el contrario, para dar un golpe definitivo a la nación española y formar un Gobierno revolucionario con los separatistas? Así terminaba yo la semana pasada mi columna, titulada "¿Bloqueo político o revolución stalinista?". La respuesta no se ha hecho esperar muchos días. Todo está a la vista. Basta con hacer constar una situación objetiva. Prosigamos, pues, nuestra misión de levantar acta de lo que pasa. No creo que pueda hacerse cosa mejor en defensa de nuestra maltratada democracia, cada día que pasa más inviable, según mi filosófico parecer, por la muerte del sustento clave de la Constitución del 78: la nación española.

Es obvio que había ciento de signos y comportamientos del Gobierno en funciones, declaraciones de los socialistas y actos jurídicos en favor de los presos por dar un golpe de Estado, la violencia organizada por los propios dirigentes de la Generalidad contra España, todas las instituciones del Estado, especialmente el Poder Legislativo, al servicio del Ejecutivo y, sobre todo, la mayoría de los medios de comunicación tragando con el rollo de la vetocracia y el bloqueo político, etcétera, etcétera, que anunciaban la entente, o mejor, el cambalache revolucionario entre los socialistas y los separatistas con la mediación de los comunistas para conformar un Gobierno de corte revolucionario que dé fin a la democracia del 78 y, por supuesto, a la prosperidad de todos los españoles. Yo mismo decía, aunque no estoy seguro de haberme hecho entender, que la mayor prueba de lo que se avecinaba la ofreció el propio Sánchez con un silencio cómplice ante la declaración revolucionaria de Iglesias:

Diga sin vergüenza, señor Sánchez, como hago yo ahora, que España no es una nación sino un conglomerado de nacionalidades.

Sin duda alguna, Sánchez ha dicho eso, y aún cosas peores, contra la nación española en otras ocasiones, pero en el debate era menester callar para no perder más votos. Y, sobre todo, había que callar para no recordar que él, Sánchez, era un títere puesto por los golpistas en la Moncloa. Ya no se trata de rebajar la conciencia nacional española para potenciar los famosos hechos diferenciales, comentaba yo, sino de apostar por un proceso revolucionario que acabe con el Estado-nación, España. En eso estamos. ¡Era esto, la revolución, que habían diseñado Pascual Maragall y Rodríguez Zapatero con la ayuda ideológica de los textos del arqueólogo Bosch-Gimpera y el oceanógrafo Carretero Jiménez, que tuvo sus mejores frutos en un estatuto catalán ilegal e ilegítimo, lo que pretenden llevar a cabo con precisión comunista, o sea, con la ayuda, a veces, de la violencia separatista y otras de las mentiras agresivas de las fuerzas del progreso y de la cultura (El País y todas las televisiones), Iceta y Sánchez! Preparemonos para lo peor. Nadie espere que el PSOE se haga liberal o centrista, los comunistas se transformen en socialdemócratas y los separatistas respeten en alguna ocasión un artículo de la Constitución. No. Esto no es un Gobierno de Frente Popular sino la entronización de la revolución permanente.

Así las cosas, poco importa ya preguntarse por quién lidera este proceso revolucionario contra España, qué más da que sean los socialistas, los comunistas de Maduro y Evo Morales o los separatistas de Junqueras. La cuestión ahora no es quiénes marcan la pauta del golpe de Estado contra España, sino quiénes se oponen a la destrucción de la Nación. ¿Es posible transformar la soberbia de los conservadores y la cobardía de los socialistas que alguna vez dicen España en una fuerza colectiva capaz de enfrentarse a este golpe de Estado a la democracia?

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