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José Bastida

Liberticidio lingüístico

La lengua vernácula oficial ha sustituido a la lucha de clases en la consecución del poder colérico y alejado de la luz que representa la libertad.

La plataforma cívica y ciudadana Hablemos Español convocó con gran éxito el pasado día 18 manifestaciones en distintos ayuntamientos de la comunidad valenciana contra la discriminación de la lengua española. Los nuevos planes del nacionalista Marzá, consejero de Educación del socialista Ximo Puig, quieren erradicar el español como lengua troncal en la enseñanza para imponer el valenciano y, de paso, la ideología ultranacionalista en los alumnos, además de establecer una barrera social en el desarrollo cultural, profesional y académico de las futuras generaciones.

No es un plan inédito sino que copia al pie de la letra las políticas liberticidas y de ingeniería social (concepto estalinista) de otras comunidades como Cataluña (germen del supremacismo lingüístico), País Vasco, Galicia y ahora también Baleares.

La inmersión lingüística crea malestar, retraso emocional y docente en los alumnos y gran inquietud en las familias que ven cómo sus hijos, en su gran mayoría hispanohablantes, se ven forzados a estudiar en una lengua ajena a la de su ámbito familiar y social en la mayoría de sus asignaturas durante el horario escolar. Esta situación, tan anómala en Europa y que se da con este radicalismo en España, ha sido denunciada por el informe PISA y, constantemente, por profesores y educadores de prestigio.

La nefasta política lingüística del sistema educativo autonómico no busca objetivos de formación integral, enriquecimiento cultural y aprendizaje académico de los educandos sino que obedece a criterios de simple ideología totalitaria para que unas élites empeñadas en el control social, e invocando la raza, la tribu y lo local, se perpetúen en el poder con el fin de dominar el espacio emocional y erradicar la libertad individual, el mayor don universal que tiene el espíritu humano. Así de grave y dramática es la situación en España. Las nuevas generaciones están adoctrinadas en el gregarismo ultranacionalista, después de más de 40 años de aulas ideologizadas utilizando la lengua vernácula como instrumento de dominio del mundo emocional del discente.

Frente a esta afrenta social, plataformas como Hablemos Español se revelan y denuncian constantemente los atropellos a los derechos lingüísticos. Están prácticamente solas porque los partidos conservadores no se atreven a decir nada; es más, comunidades como Galicia, donde gobierna el PP de la moderación y pujolista de Feijóo, tienen una política lingüística ultranacionalista. El miedo al lobby nacionalista es insuperable. Todo lo oficial es monolingüe. ¿Por qué ese odio al bilingüismo?

Porque a la izquierda y los nacionalistas (oxímoron), que dominan todo el discurso social, no les interesa el bilingüismo educativo, la opción más natural y razonable, sino erradicar la lengua española, forjada durante milenios y matria común. (Utilizan la expresión "lengua castellana" para minimizarla pero sólo indica el español que se habla en Castilla). Su propósito es crear un nuevo Estado multilingüe ibérico y babélico que tendrá poder sobre las vidas y haciendas de los ciudadanos, y para eso la lengua y los vocabularios de poder vernáculos son imprescindibles, porque los límites del mundo de una persona son los límites de su lengua. Wittgenstein ya lo aventuraba en la Alemania prenazi y Albert Camus denunciaba la conversión de las lenguas en consigna, en manos de los comunistas.

La lengua vernácula oficial ha sustituido a la lucha de clases en la consecución del poder colérico y alejado de la luz que representa la libertad.

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