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José Bastida

Fascismo de boina y barretina

Es hora de una regeneración democrática que implicaría otros Pactos de la Moncloa para definir un nuevo Estado constitucional.

El filósofo vivo por antonomasia que hay ahora en España, Fernando Savater, en su necesario libro Contra las patrias, recoge una cita de Rabindranath Tagore que define a la nación como "un sistema de egoísmo organizado". No puede haber mejor descripción de lo que ocurre en el Estado español desde hace un más de un siglo, donde se crearon los nacionalismos vasco y catalán a causa de la industrialización de esas zonas del país y de la llegada de trabajadores inmigrantes porque rompían la supuesta homogeneidad cultural de la raza autóctona, alentados por la casta burguesa y la oligarquía más abyecta y rapaz. Pura xenofobia y fascismo de boina y barretina. Este proceso tribal llega hasta hoy porque España nunca ha tenido un modelo de nación abierta e ilustrada que haya creado valores culturales y reivindicado la Hispanidad. El territorio, consolidado en el siglo XV y con un contumaz desgobierno desde el siglo XIX, siempre ha cedido ante esas castas nacionalistas porque a la derecha sólo le importó el capitalismo manchesteriano y a la izquierda tomar el poder para implantar el leninismo. (En la primera mitad del siglo pasado hubo debates sobre España, cargados de intelectualismo, pero todo acabó en la orgía de sangre y cainismo del 36).

Ahora, después del Franquismo y la Transición, vivimos en la era de la deconstrucción y liquidez de todo lo anterior en donde sólo permanece la insistente lacra del nacionalismo totalitario y xenófobo. Se ha generado una nueva sociedad muy domesticada por culpa de una educación doctrinaria y descreída en valores cívico-políticos (la corrupción sistémica ayuda mucho) que sabe de la importancia de un cambio social pero que es incapaz de provocarlo porque una casta política ligada a una economía de oligopolios lo controla todo: medios de comunicación, escuela, familia, sindicatos…

Los infames nacionalismos rancios (carcunda carlista) que nos ocupan se aprovechan de esta debilidad de la sociedad civil para imponer su poder totalitario e intimidatorio al socaire del presupuesto público. El Estado no reacciona porque no hay Estado, nadie cree en él, a excepción de Ciudadanos y Vox, dos formaciones egresadas de este paisaje desolado. Y los nacionalismos aprovechan esta debilidad para hacerse más fuertes mientras difunden una imagen cutre de España: monarquía borbónica, tauromaquia (difícil defensa tiene), canciones de Julio Iglesias y tonadillas de Isabel Pantoja, cotilleo televisivo, catolicismo dominguero, capitalismo de amiguetes y promotores conchabados con políticos que son capaces de gastarse 15.000 euros públicos en un prostíbulo… Aquellos se llenan de razones supremacistas porque ellos se creen superiores y atracan el erario público con más finezza e indulgencia mediática: pufo vasco, control tribal en cada pueblo y aldea, subvenciones millonarias a la cultura propia, blanqueo de capitales en Andorra o televisiones que simplemente vomitan odio a todas horas.

Es hora de una regeneración democrática que implicaría otros Pactos de la Moncloa para definir un nuevo Estado constitucional en el que la igualdad, la libertad y el apoyo entre todas las regiones sean la prioridad, además de recuperar Educación y Sanidad para el Estado. Un presidencialismo republicano que tuviera poderes ejecutivos sería lo idóneo para este rompeolas hispánico donde ganan las fuerzas del desorden y la intolerancia porque los defensores del bien común, las libertades y los derechos humanos están desaparecidos sin haber combatido.

Mientras tanto, un régimen político como el actual sanchismo-leninismo que cohabita con los rancios y reaccionarios nacionalismos vasco, catalán, gallego y levantino se encarga de desactivar cualquier desarrollo de la sociedad civil, controlando medios, redes sociales, empresas y hasta los caminos...

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