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Zoé Valdés

La foto y el bufón

Qué inmensa e intachable labor ha hecho Isabel Díaz Ayuso en estos días de plaga, tragedia, desgracia, pérdidas.

Qué inmensa e intachable labor ha hecho Isabel Díaz Ayuso en estos días de plaga, tragedia, desgracia, pérdidas.
Telecinco/El Mundo

En días pasados el diario El Mundo publicó una entrevista con la presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular. No sé si lo hicieron con buenas o malas intenciones, pero a la excelente entrevista la acompañaban unas fotos que dieron mucho de qué hablar y memear (de memes); sí, más que la entrevista misma, pero este es el mundo en el que vivimos, ese de El Mundo, un mundo de fisgones y de cada vez menos lectores.

Las fotos podrían gustar o no, a mí particularmente no, pero sí a varios amigos a los que respeto por sus criterios periodísticos.

Lo que se ve en ellas no es a una política poco agraciada, tirada y falsamente descuidada en el suelo con un vestido que no le va para nada a su cuerpo y a la que le alargaron las piernas con Photoshop, como fue el caso en otro reportaje del mismo diario con Soraya Sáenz de Santamaría, la entonces flamante vocera del PP en el Congreso de los Diputados y más tarde vicepresidenta del Gobierno de Mariano Rajoy.

Tampoco se ve a alguien como el vicepresidente actual, Pablo Iglesias, fingiendo que boxea, con guantes y todo, con su figura encorvada de alfeñique, o como que corre deportivamente en otra portada de un famoso periódico deportivo; ni trajeado de gala y pajarita como el mismo personaje en una posición de seductor trasnochado muy a lo Vogue. No es tampoco el caso del pro-castro-comunista Alberto Garzón con la hez, digo, la hoz y el martillo entre los dientes, dándosela el muy pijo de pujo o de aborto revolucionario. Ni mucho menos es el Íñigo Errejón con sus gafas de marca y su atuendo de estreñido advenedizo usual-casual, como quien mira a través de los cristales opacos en lontananza y reflexiona en cómo llevarse todavía más de lo que le pertenece al pueblo boliviano. O Juan Carlos Monedero desnudillo como un San Sebastián, sin las flechas, o como el ladronzuelo machito que se agarra el pellejo de la tetilla cuando debiera recogerse con pinzas cada pellejo de esa flaquencia grisácea y fláccida que recuerda la maldad de aquellos tristes gánsteres atolondrados de alguna pésima comedia francesa de las de ahora (sí, se extinguieron actores de la constitución física de Delon o Belmondo, y si los hubiera el #metoo se encargaría de exterminarlos). O ese otro que va de ingenuo matón, que empuña pistola, y florecilla saliente de la boca del cañón del arma: José Julio Rodríguez Fernández, militar y secretario general de Podemos en Madrid, gallego, por cierto. A los cubanos, los gallegos siempre nos han resultado sumamente monos, monísimos, y por otro lado demasiado persistentes en ese tipo de vocación de pistoletas o pistoleros... Por cierto, todos comunistas, cuánta coincidencia, ¿no?

Qué va, la foto de la señora Ayuso, presidente de la Comunidad de Madrid, no va para nada de esos aquelarres. Vestida de negro estricto, los brazos caídos o las manos encima del pecho, el rostro serio, como corresponde a la situación, y para de contar. Ha bastado ese para de contar que la jauría se le haya echado encima, incluidos hasta esta ralea de sinvergüenzas citados con anterioridad, olvidados u obviando sus ridículos precedentes.

Al punto, también le ha saltado a la yugular el bufón de la tele o caja tonta que eructa; se ha burlado, imitándola. Ha imitado la pose de las manos en el pecho, que es a lo único que podrá llegar a imitar este bufón que se autodenomina así mismo "rojo y maricón", y que, faltaría más, bufonea exclusivamente para "rojos y maricones".

Ha imitado sólo la pose, reitero, porque de ninguna otra manera el bufón podrá imitar la inmensa e intachable labor que ha hecho Isabel Díaz Ayuso en estos días de plaga, tragedia, desgracia, pérdidas, al enfrentar las necesidades de los enfermos y del personal médico con el mejor de los rostros, buscando soluciones y hallándolas en contra de las mediocres decisiones del Gobierno de Sánchez, que no han sido más que una traba en el trabajo diario de los verdaderos afectados.

El bufón de turno, defecándose en el dolor y en los muertos, se burla "mariconil y rojamente" (sigo citándolo). Él, que jamás alcanzará a igualar la decencia y la entrega de Díaz Ayuso, una mujer que en medio de su propia enfermedad siguió trabajando en favor de los que necesitaban de sus acciones. Ah, no me vengan con eso de que trabajaba y trabaja desde una habitación que cuesta no sé cuánto, no, porque miren ustedes que muchísimo más cuesta mantener al fraudulento Sánchez y a todo su Gobierno de mediocres en Moncloa, y la gran mayoría calla y se aguanta.

El bufón de turno no podía quedarse quieto, tenía que anotarse el punto frente a sus jefazos, además de "rojo y maricón", según sus mismas palabras, resulta un despiadado y vulgar mamerto, cuyo pago público debiera ser que apaguemos la televisión en cuanto aparezca con sus excrecencias bufonescas. Por suerte aquí no llega su hedor.

Es época de bufones recalcitrantes, los cubanos no podíamos quedarnos sin ninguno, sin ninguno de esos, digo, que si no los sigues como una perrita en celo lamiéndole sus chorritos de orines ácidos y purulentos actúan y responden como actuaría y respondería el peor de los regímenes que algunos de ellos pretenden condenar. Y si en el mes de enero el bufonete aquel charconio miamense ordenaba bloquear, por ejemplo, las ayudas al régimen, ahora no para de corear con igual desfachatez eso de: "A donar, a donar, que el régimen debe perdurar"; allí donde antes, desde cualquier esquina maloliente, rogaba de rodillas, sediento de placer, ante cualquier morenazo tamacuco: "A mamar, a mamar, que el mundo se va a acabar".

Negro que es negro, como el verde es verde. Y no "Tío Tom", que más expresión racista no puede ser, cosa de, de paso, poner para su cartón a Carlos Bardem.

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