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Pablo Planas

Lunáticos, marcianos y 70.000 muertos

¿Cuántas muertes se habrían podido evitar si el Gobierno no estuviera plagado de narcisos, incompetentes e inmorales?

¿Cuántas muertes se habrían podido evitar si el Gobierno no estuviera plagado de narcisos, incompetentes e inmorales?
Un operario de un cementerio de Valencia traslada un féretro con los restos de una víctima del covid-19. | EFE

¿Cuántas personas habrán fallecido en España por coronavirus? ¿Setenta mil? ¿Ochenta mil ya? Según el Instituto Nacional de Estadística, sólo en la primera fase de la epidemia murieron 45.684 personas, 18.557 más de las que admite y admitió el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Murieron sin funerales, sin el más mínimo reconocimiento, en la inmensa mayoría de los casos sin que sus nombres y circunstancias aparecieran en los medios de comunicación. Y lo que es peor, muchos de ellos expiraron sin recibir asistencia.

Sólo unos días antes de que empezaran a morir, ministros, altos cargos y payasos a sueldo del Gobierno negaban que el coronavirus fuera a llegar a España. Habría uno o dos casos a lo sumo, dijo el epidemiólogo en jefe Fernando Simón. Y se reían de quienes recomendaban el uso de mascarillas. Alarmistas les llamaban. Y terraplanistas, que es el insulto preferido de la progresía más mamarracha. Menuda tontería el coronavirus, decían...

Al principio, el vicepresidente Pablo Iglesias aseguró que él se iba a hacer cargo de la gestión de las residencias de ancianos, pero a la que se reportaron las primeras muertes no quiso saber nada. Le faltó tiempo para desentenderse por completo. Miles de ancianos murieron encerrados e incomunicados, sin asistencia de ningún tipo, sin consuelo alguno, privados de sus familias. El colapso sanitario era de tal magnitud que ni por caridad se quería en los hospitales a los mayores de setenta años.

Durante semanas, médicos y enfermeras lucharon contra la enfermedad sin mascarillas ni equipos de protección individual porque ese Gobierno que según Sánchez ya en enero estaba al cabo de la calle de lo que podía pasar no consideró necesario proveer a los centros sanitarios del material más básico. Luego, con las prisas, se tuvo que acudir a un mercado con los precios desorbitados. Ni se sabe ni se sabrá cuántos pelotazos se dieron en medio de aquel caos, quién se lo llevó crudo y quién se hizo rico a costa de los muertos y gracias al Gobierno.

A la crisis sanitaria siguió la económica. Pasaban las semanas, los meses, y miles de personas sometidas a expedientes de regulación temporal de empleo seguían sin cobrar. Más la estafa del Ingreso Mínimo Vital, esa cortina de humo para ocultar las colas del hambre, el paro y la desesperación de cientos de miles de familias.

Mientras en el resto de Europa primeros ministros y ministros de Sanidad han sido interrogados por jueces y fiscales para esclarecer su actuación durante la epidemia, aunque sea por cubrir el expediente, aquí se ha cancelado cualquier posibilidad de recurrir a la vía judicial, al tiempo que la Fiscalía pone todo su celo en comisiones rogatorias sobre las finanzas del rey emérito en Londres y México y hace la vista gorda con la Neurona de Podemos.

No se sabe el número de muertos por el coronavirus en España, aunque es casi seguro que nuestro país lidera la relación de fallecidos por número de habitantes. Pero eso no es problema. El problema es un chat de exmilitares, que se va a volver a juzgar al siniestro Otegi, un hombre de Estado según Iglesias, o que a Sánchez le molesta que su Gobierno de socialistas y comunistas sea considerado un Gobierno social-comunista. Y ahí está, sin pudor alguno salvo para revelar con qué amigotes ha estado de farra en Doñana o La Mareta, llamando "lunáticos" a los del PP y "marcianos" a los de Vox.

¿Cuánta gente habrá muerto en España por el coronavirus? ¿Y cuántas muertes se habrían podido evitar si el Gobierno no estuviera plagado de narcisos, incompetentes e inmorales?

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