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Madrid

Jerusalmeida

No pare usted de mover esas caderas, alcalde, que los embruja con su fuego.

No pare usted de mover esas caderas, alcalde, que los embruja con su fuego.
José Luis Martínez Almeida, celebrando los resultados del 26-M. | EFE

Cuando pensábamos que esta semana de roscones vendría marcada por Yoko Ono cantando Els Segadors a grito pelado, como en el vídeo ese famoso en el que sale dando artísticos berridos en lo que parece un museo, va y aparece el alcalde José Luis Martínez-Almeida contraprogramando con un bailecito de los que te aúpan la biografía a nivel de superestrella y terminan por completarte el currículum. Qué manera de silenciar el efecto propagandístico de Òmnium Cultural desde la improvisación, la vanguardia dancística y el arte callejero más underground. No me extrañaría, ahora que el breakdance va a ser olímpico, que algún ojeador se haya fijado en el alcalde madrileño para nuestro equipo nacional en las próximas Olimpiadas de Tokio y lo veamos defendiéndonos con sus danzas. Es tanto el efecto que el tema musical con el que acompaña sus movimientos, "Jerusalema", están pensando en renombrarlo "Jerusalmeida" en su honor. Qué menos ante tal performance cumbre. Si la "Macarena" llegó hasta la Casa Blanca, qué nos impide pensar que esos saltitos en dirección contraria del alcalde no terminen por ser el nuevo reto viral de moda. No he entrado en el tiktok todavía pero raro será no ver a los tiktokers de medio mundo imitando al regidor.

Es complicado no tener simpatía por Almeida, porque es de esos hombres sin muchos aspavientos de primeras que cuando te despistas ya te tienen agarrado por la cintura haciendo la conga por todo Madrid Central. Tipo medio pero cuidado que engaña. Así formalito y bien peinado con alma de salsa y corazón latino. Un Patrick Swayze bajito haciendo su dirty dancing subido a la Cibeles o un Ricky Martin de la vida loca madrileña. Y ahí donde lo ves, va y lo mismo te aprueba unas oposiciones a Abogado del Estado, te empuja un trineo en plena Castellana con concejala de Cultura incluido, te baila descoordinado como un cangurito cojo pisando unas brasas o tira de cartera en la tienda del mercado. “¿Cuánto es?”, “cinco euros”, “¡poco me parece!” (y enérgicos porrazos en el mostrador empinándose un poco porque le queda a media altura). Castizo. Chulapo. Más ahora con esa parpusa que nos lleva, reventona, en los labios. Soltero de oro al parecer, y no me extraña. “No hay una chicuela que no quiera ser amiga porque es un flagelador”, que diría el chotis.

Con Almeida te identificas, además, por el ensañamiento brutal, los odios y la bilis que genera. El ataque en lo personal en muchos momentos y que él encaja marmóreo y con una elegancia británica de Chamberí. Debe de ser esa condición dual de tipo normal y sufridor (por algo es muy del Atleti) con estos puntos canallitas, entre lo espasmódico y lo natural, que descolocan a la oposición, que no termina de pillarle el aire. Ya lo atacaron con una tirria extrema, mucho antes de salir elegido alcalde, y saltan a la mínima. No podía ser hoy distinto con la yenka que se ha marcado, y hasta Rita Maestre (no sabemos si antes o después de salir de misa) le ha afeado la conducta. Ni que el meneo con sus Majestades los Reyes Magos de Oriente delante del Ayuntamiento lo hubiera hecho a las tres de la mañana camino del hospital [guiño, guiño] empotrando el comunista BMW contra un árbol y sin avisar ni al gato.

No pare usted de mover esas caderas, alcalde, que los embruja con su fuego. Los hipnotiza con esa sabrosura entre la danza africana y un agarrao en las Vistillas. Que el ritmo no pare. Dele duro a la cosa. Danzad, danzad, malditos, al ritmo del alcalde. Aaaayyy, Jerusalmeida ikhaya lami, ngilondoloz, uhambe nami, zungangishiyi lana (bis).

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