Si algo podía salir mal en relación con Marruecos, ha salido aún peor gracias a las descabelladas actividades y estulta gestión de la ministra de Asuntos Exteriores, doña Arancha González Laya. La acogida del líder del Frente Polisario Brahim Ghali y su séquito, la concesión de pasaportes falsos, el secretismo en torno a sus movimientos, las supuestas razones humanitarias aducidas tras ser descubierto el pastel y la cretina posición de la izquierda en relación al Sahara, similar a la demagogia propalestina, configuran una de las mayores estupideces de la historia de la diplomacia española.
No es la primera vez que la titular de Exteriores ha dado muestras de su apabullante incompetencia. La ministra apuntaba maneras ya desde la toma de posesión, cuando proclamó: "Comenzamos una nueva etapa. Spain is back, Spain is here to stay". Al poco de semejante alarde, esta señora fue la responsable en gran medida de que el Gobierno de España se convirtiera en el hazmerreír de medio mundo al principio de la pandemia.
"No estamos necesariamente muy acostumbrados a comprar en China. Es un mercado que nos es un poquito, bueno, desconocido. Entonces... hay muchos intermediarios que se presentan, nos ofrecen gangas y luego... pues evidentemente resulta que eso no son gangas. Entonces... especulan los intermediarios y especulan también los productores, ejem, y cuando hay más demanda que oferta, pues los precios pueden subir", dijo el 27 de marzo en una entrevista en Radio Euskadi (es que ella es de Donosti) para justificar la adquisición de mascarillas defectuosas, respiradores inapropiados, test sin homologar o directamente falsos y toda clase de material sanitario con taras de la más diversa índole.
Y para no estar acostumbrados a comprar en China, resulta que es el país del que más productos importa España, tras Alemania y Francia. Y si la supuesta experta en comercio internacional fracasó de manera tan estrepitosa en un ámbito en el que dice ser una experta, el comercio internacional, no cabía esperar nada bueno en ninguna otra disciplina y menos aún en materia de relaciones con Marruecos.
El Gobierno ha puesto en riesgo a los ciudadanos españoles de Ceuta y Melilla para satisfacer el capricho de un sujeto, Ghali, acusado de graves crímenes tanto en España como en Marruecos, un tipo del que Alemania no quiso saber absolutamente nada y que podría haber sido acogido, operado, tratado y agasajado perfectamente en Rusia o en Argelia. Es de esperar que algún día se sepan las razones por las que se dio protección a tan siniestro personaje.
Mientras tanto, Pedro Sánchez ejerce una gran firmeza; pero contra Pablo Casado. Es urgente parar los pies a Marruecos, blindar las fronteras de Ceuta y Melilla, proteger las Canarias y sus aguas territoriales y exhibir solidez, dureza y coherencia. Todo ello pasa en primer lugar por destituir a González Laya y nombrar un ministro o ministra de Exteriores que sepa que Ceuta y Melilla son dos ciudades más españolas aún que Madrid, Sevilla o Barcelona.