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Carmelo Jordá

Que Bergoglio pida perdón

Al Papa hay que reconocerle una descomunal contumacia en el error.

Al Papa hay que reconocerle una descomunal contumacia en el error.
El papa Francisco en la celebración de una misa. | EFE

Hay que reconocerle a Bergoglio una contumacia en el error que, de haberle llamado con más fuerza Dios por el camino del bien que Satanás por el del mal, le estaría sirviendo para hacer cosas tan grandes como las que hizo Juan Pablo II.

Lamentablemente, el actual inquilino de la Cátedra de Pedro ha preferido el lado oscuro y, desde que ocupa un lugar de tanta importancia real y simbólica, no ha hecho otra cosa que arrastrarse ante dictadores de izquierdas, dar la espalda a los oprimidos de verdad –por ejemplo, en Cuba o Venezuela– y atacar las libertades de las más variadas formas: la de expresión, por ejemplo, pero sobre todo la económica y el derecho de propiedad, que son la base para todas las demás libertades.

La última de Bergoglio ha sido pedir perdón por los errores cometidos durante la evangelización de México. Aquí ha usado una expresión que me ha llamado profundamente la atención: los "pecados personales y sociales". ¿Cómo son los pecados sociales? ¿Puede pecar una sociedad? En ese caso, ¿van todos juntos al infierno o sólo con que haya diez justos son perdonados también en bloque y Sodoma acaba por no arder? Cada día me da más la sensación de que la empanada teológica del que fuera arzobispo de Buenos Aires es casi tan grande como la política.

Otra expresión de la carta papal tan desconcertante o más que la anterior ha sido lo del "proceso de purificación de la memoria", que desde aquí apesta al revisionismo histórico falsario que la izquierda está poniendo en marcha en todo el mundo y que George Orwell describió con tanto acierto en 1984, esa maravilla que para nuestra desgracia está convirtiéndose en mucho más profética que las mamarrachadas de Nostradamus.

En cuanto al tema en cuestión, resulta casi dramático tener que explicarle a todo un Papa que no se puede evaluar con su pensamiento progre del siglo XXI unos acontecimientos del XVI. De verdad, no debería ser tan difícil de entender, pero Bergoglio se aplica con cierta asiduidad a la tarea de leerle su nuevo evangelio solidario, ecologeta y sostenible a los que ya se enfrentaron con el juicio de San Pedro hace cientos de años. Me pregunto qué pasará si los que entonces se salvaron ahora son condenados? ¿Los desahuciamos del Cielo?

Por otra parte, resulta ridículo que se pida perdón por la conquista de México a unos mexicanos que son los verdaderos hijos de ella, que son en su mayoría cristianos, que hablan español y que, incluso genéticamente, son los herederos de la mezcla y el folleteo que empezó hace cinco siglos. Si Bergoglio quiere pedir disculpas a alguien que de verdad haya sufrido el embate brutal del hombre blanco, mejor que viaje al norte del Río Grande y se lo diga a las tribus nativas americanas que, ya es casualidad, en su inmensa mayoría no se las tuvieron que ver con conquistadores españoles ni con curas cristianos y, como todos sabemos, no se puede decir que les fuese muy bien.

Finalmente, hay que decir otra obviedad: quizá los seres de luz puedan examinar los grandes procesos históricos poniéndolos frente al espejo del Bien Absoluto, pero en este mundo nuestro tan imperfecto las diferencias suelen estar entre lo malo y lo menos malo. Probablemente la conquista y evangelización de América no fueron perfectas, pero desde luego dieron lugar a algo mucho mejor que el mundo de tiranía, esclavitud y sacrificios humanos con el que acabaron Hernán Cortes… y todas las tribus sojuzgadas hasta entonces por los aztecas que lo recibieron como a un libertador.

Ya puestos a "purificar la memoria", yo creo que Bergoglio debería dejar de pedir perdón por las cosas de hace medio milenio y empezar a hacerlo por las tonterías que él mismo dice ahora y, sobre todo, por cómo hace el caldo gordo a todas las tiranías de América, que eso sí es un comportamiento despreciable.

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