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Amando de Miguel

Utopías autoritarias

¿Qué política va a plantear Sánchez que pueda satisfacer a sus socios y al pueblo español?

Comprendo la turbación del Gobierno actual, que rige venturosamente nuestros destinos. Su presidente, tan atildado y redicho, es recibido con silbidos y abucheos por parte de los viandantes cada vez que se digna aparecer en un espacio público. Logra el apoyo parlamentario de los comunistas (ahora con etiquetas varias) y de los independentistas vascos y catalanes. Con tal amalgama, ¿qué política va a plantear que pueda satisfacer a sus socios y al pueblo español?

Una salida reciente ha sido la de congelar los alquileres de las viviendas modestas o reducir los beneficios de las grandes empresas productoras de electricidad. Planea una difusa intención oficial de hacer que se repueblen los espacios de la España vaciada, la de mínima densidad demográfica. Está al caer la prohibición de lo que antes se llamaban casas de tolerancia. En principio, parecen todas medidas muy sabias y benéficas, protectoras de las clases populares (ahora dicen "vulnerables").

Sin embargo, se presentan dos adversativas que dan al traste de la intención teóricamente progresista o benefactora del interés general. La primera es que son ideas utópicas o arbitristas, en el peor sentido de que no permiten llevarlas a cabo sin grandes costes, superiores a las hipotéticas ventajas. Hay que recordar otras acciones políticas (ahora se dice "actuaciones") tan prometedoras como fracasadas. Cabe el ejemplo de las desaladoras de la costa murciana para compensar la falta de agua por la insuficiencia del trasvase Tajo-Segura. De mayor ambición ha sido el proyecto de producir electricidad de forma renovable con los molinos de viento o las placas solares. Ha sido un fiasco, como se demuestra por el escandaloso aumento del coste de la electricidad, popularmente el "recibo de la luz". La pretensión de una energía más barata se afianza con la prescripción de que consumamos más coches eléctricos, entre otros cachivaches enchufables a la red.

La segunda adversativa es una paradoja ideológica todavía más grave o hiriente. Resulta que algunas de las medidas progresistas impulsadas por el Gobierno se parecen mucho a las políticas llevadas a cabo por el denostado franquismo. En efecto, durante los años del hambre (las dos primeras décadas), Franco se propuso congelar los alquileres de las viviendas modestas, controlar algunos beneficios empresariales con el racionamiento y fomentar la repoblación rural. Todo fue un inmenso fracaso para los sufridos españoles. Los actuales viejos somos los supérstites de aquellos malhadados experimentos autoritarios. Lo sarcástico es que ahora se reproducen como si fueran planteamientos avanzados de la izquierda. Son las ironías de la historia.

Rectificación. En un artículo anterior confirmaba mi estupefacción ante el eslogan "Creemos", propuesto por el PP con grandes alharacas. Argüía yo la anfibología del verbo creer. Mi amigo José María Navia-Osorio (escaldado con la experiencia del PP en Asturias) redarguye que el verbo del que se deriva el lema es crear. Es decir, la propuesta de "Creemos" sería algo así como el imperativo de crear, en el sentido de "innovemos, inventemos algo nuevo y atractivo". Buena falta hace. Habrá que suponer que lo de antes resultaba bastante aburrido.

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