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Pablo Planas

Casado, un pollo sin cabeza

En el sector saliente del PP se considera seriamente la posibilidad de que Casado intente hacer un Pedro Sánchez.

En el sector saliente del PP se considera seriamente la posibilidad de que Casado intente hacer un Pedro Sánchez.
El todavía presidente del PP, Pablo Casado. | Manuel Ángel Laya / Europa Press

Cunde la teoría en las redes sociales de que la votación de Casero que libró a Sánchez y Yolanda Díaz de una derrota dramática en la contrarreforma laboral está relacionada con el tránsito de información entre Moncloa y Génova sobre el hermano de Isabel Díaz Ayuso. Es plausible. Pablo Casado y Teodoro García Egea han dado sobradas muestras del carácter obsesivo-compulsivo de su persecución contra la presidenta madrileña como para aceptar como hipótesis que lo del simpar Casero no fue un error, sino un bizum parlamentario a cambio de material tributario contra la familia de su némesis.

Es cosa sabida que García Egea no es precisamente Fouché, pero su comparecencia del jueves, cuando las hostilidades ya eran públicas, fue impropia de alguien consciente, orientado y no dominado por las más envilecedoras pasiones. El odio que transmitía contra Díaz Ayuso no era propio de un profesional de la política adiestrado en el arte de la hipocresía. Era, más bien, una inquina de tinte barriobajero, de una intemperancia casi violenta. Tal vez en ese instante perdió Casado una guerra que puede ser larga.

En términos plásticos, la irrupción en escena de Carromero resultó ser una reedición del episodio Casero. Ahí tienen a dos fontaneros sin ninguna experiencia en nada concreto, sin más aval que su condición de soldados voluntarios, encarnando al personal de confianza del partido de Casado y Teo. De Casero a Carromero, el dúo sacapuntas fontanero, ideales para un casting de Torrente 7. Pablo Casado empezaba a oler a Hernández Mancha. La cronología es conocida. Casado llegó a citar a Ayuso en su despacho pocas horas después de haber declarado que el hermano trincó trescientos mil euros cuando en España morían setecientas personas al día. Un armisticio, proponía. El presidente del PP sudaba odio, desesperación y derrota.

Casado y García Egea han ratificado las conclusiones del experimento de Mike, el pollo sin cabeza. Mike fue la infortunada ave que se cruzó en el camino del agricultor estadounidense Lloyd Olsen Zweedijk. Este ciudadano le asestó un golpe de hacha en el cuello que no alcanzó la vena yugular y dejó el tronco encefálico intacto. De ahí el apodo "sin cabeza". El animal vivió durante meses alimentado con cuentagotas. Y hasta corría.

Dada la extrema dificultad de pensar sin cerebro y obrar sin cabeza, se espera que la agonía no sea muy larga, pero en el sector saliente del PP se considera seriamente la posibilidad de que Casado intente hacer un Pedro Sánchez, al que echaron del PSOE cambiando la cerradura de su despacho y que luego regresó triunfante y fulminó a Susana Díaz, una especie de Ayuso del PSOE, salvando las distancias. El que resiste, gana, se animan entre ellos, pero ese camino es impracticable. Sánchez tenía a las bases. Ellos no tienen a nadie, ni barones ni bases, por prepotentes.

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