Las primeras semanas de Alberto Núñez Feijóo al frente del Partido Popular han tenido un efecto muy claro en las encuestas electorales, que reflejan un impulso importante del voto nacional a favor del PP. Lo más significativo es que ya no se trata de un trasvase de votos dentro del mismo ámbito ideológico entre los tres partidos del centro-derecha (PP, Cs y Vox) sino que la subida del PP está teniendo lugar mientras el PSOE sigue cayendo en todas las encuestas y la popularidad de Sánchez se arrastra por el subsuelo demoscópico.
La preocupación de Sánchez por el ascenso de su rival se pone de manifiesto en la manera en que el Gobierno socialcomunista se refiere al nuevo líder del partido popular. De elogiar su centrismo como contraposición a la etapa de Casado, los socialistas han tocado a rebato para señalar a ese mismo Feijóo al que encomiaban como el principal culpable del ascenso de la ultraderecha en España.
Si alguien no puede hablar de radicalismos es precisamente Sánchez y su partido, convertidos hasta la hez en palanganeros de lo peor de la política española para mantenerse en el poder. Pero al margen de esa hipocresía, innata en el personaje y cuantos le rodean, resulta obsceno hasta para los holgados estándares sanchistas utilizar las ruedas de prensa del Consejo de Ministros para atacar a un rival político, convirtiendo esa sesión informativa en un esperpento propagandístico pagado por todos los ciudadanos.
Sánchez ha decidido también aumentar su presencia mediática para contrarrestar el ascenso imparable de Núñez Feijóo, buena prueba de que siente la amenaza del líder popular como un peligro muy real que podría desalojarlo del poder. Pero además de aparecer a todas horas en la pequeña pantalla, Sánchez y sus socios van a estar muy pendientes de la gestión del nuevo Gobierno de coalición de Castilla León, para sobredimensionar cualquier perfil polémico en las primeras decisiones del Ejecutivo de Fernández Mañueco y tratar de apuntalar esa campaña de miedo gritando "que viene el fascismo".
La tendencia que comienzan a mostrar los sondeos es de un cambio de ciclo a favor del PP, que se alzaría definitivamente como el partido mayoritario en la derecha y la única alternativa posible a Sánchez y su coalición de radicales. No es de extrañar que Sánchez esté aterrorizado y haya decidido poner en marcha todas sus artimañas para revertir una situación que podría ser políticamente letal para él.

