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Itxu Díaz

El Gobierno perjudica seriamente la salud

Al urólogo voy cada dos por tres. Es inmediato. Cada vez que Irene Montero abre la boca, se me inflaman los testículos.

Al urólogo voy cada dos por tres. Es inmediato. Cada vez que Irene Montero abre la boca, se me inflaman los testículos.
La ministra de Igualdad, Irene Montero. | Europa Press

Cada vez que escucho que el Gobierno quiere cuidar de mi salud, temo que me obliguen a pasar la ITV y llevar una etiqueta fosforita en la frente para poder circular. Cree Darias que todos nuestros males se arreglarían si nos alimentásemos a base de zanahoria cruda, insectos a la plancha y agua del grifo, y eliminando las cañas y los cigarrillos. Qué quieres que te diga. Así empezó el sociópata amanerado de Bugs Bunny.

Tras considerar la enloquecida Estrategia en Salud Cardiovascular presentada por Darias, he estado analizando mis múltiples dolencias y he llegado a la conclusión de que la mayoría son causadas por el Gobierno. El desgarro de menisco se lo debo al alza del combustible, por el que me he visto obligado a desplazarme en bicicleta, y mientras a la mayoría de las personas se les sale la cadena, a mí se me salió la rodilla, y de manera tan espectacular que cuando la vio el traumatólogo me propuso enviarla tal cual al MoMA de Nueva York.

Y el frío. Las políticas energéticas de Ribera me han hecho pasar el invierno más gélido de la historia, que iba por casa con siete mantas, gorrito y guantes, estornudando como el estallido del aire comprimido de los frenos de un tráiler, y con el alma en pena, como aquella Carmen Calvo convaleciente en el Congreso que parecía haberse caído al paso de la Santa Compaña.

Al urólogo voy cada dos por tres. Es inmediato. Cada vez que Irene Montero abre la boca, se me inflaman los testículos. Y tampoco olvido que su respaldo a la manifestación del 8-M en plena pandemia se convirtió en el mayor foco de contagios de coronavirus del universo, algo que no podríamos considerar un éxito en prevención sanitaria.

Punzadas en el hígado y náuseas me asaltan a medida que Marlaska premia a los asesinos etarras, mientras que no parece que la receta de los tiros en la nuca de sus socios sea del todo saludable, por más que Meritxell Batet se ha propuesto hacer llegar a los terroristas todos los datos secretos que necesitarán en caso de que les apetezca volver a las andadas.

Por otra parte, los análisis económicos de Sánchez me provocan severos ataques de risa, que a punto estuve la semana pasada de morir atragantado con una almendra por su culpa, cuando nos explicó que la factura de la luz es similar a la de 2018 "si descontamos la inflación". Que es tanto como decir que, si descontamos a Sánchez y a todo el Consejo de Ministros, el Gobierno siempre dice la verdad.

Escuchar a María Jesús Montero, la única ministra que habla chino con acento andaluz con soltura, me levanta un intensísimo dolor de cabeza, mientras que para pagar sus impuestos he tenido que vender ya varios órganos vitales en el mercado negro, que ya no tengo riñones y ando pensando si subastar un pulmón o el cerebro, todo sea –de momento– por intentar salvaguardar mis pelotas, último bastión de libertad individual y argumento definitivo en cualquier debate.

El plan educativo de Pilar Alegría es cualquier cosa menos saludable, que condena a los niños a una adolescencia perpetua y, si bien elimina por decreto el fracaso escolar, lo sustituye por el fracaso social. Varias generaciones serán presa fácil de patologías psiquiátricas, crisis de autoestima, intolerancia a la frustración y, lo que es más grave, estupidez crónica.

Y la vida sin carne que propone Garzón me destroza el sistema inmunitario y me sume en profundas depresiones, cuando a la cena veo en el plato un solitario puñado de semillas de soja, que ayer hasta le di pena a mi canario y me ofreció, es más majo, darle una mordidita a su sepia. Que ya no sé qué me da más hambre, si las propuestas culinarias del ministro vegano o el comunismo total que exhala junto a Ione Belarra, que aspira a que la salud de los españoles corra la misma suerte que la de los cubanos.

En plena ofensiva del Gobierno contra las enfermedades cardiovasculares, Yolanda Díaz ha dejado de ser la Ministra del Paro para ser la Ministra del Paro Cardíaco, mientras que todo lo que podemos decir de Iceta es que no parece, a simple vista, un modelo de alimentación saludable para la sociedad, a menos que consideres que Kichi está preparado para ir a los próximos Juegos Olímpicos y no necesariamente como pebetero.

En definitiva, quizá por todo esto fumo tanto. Al igual que tantos millones de españoles, tengo el sistema nervioso tan maltratado por el BOE que mi única evasión mental consiste en perderme en la niebla que brota del cigarrillo para no ver más allá al menos durante unos minutos. Y lo que es seguro es que mi problema de salud no es el alcohol. Es solo por el vino que consigo aún estar vivo. Me ayuda a estar caliente cuando el Gobierno nos congela, me hace olvidar las políticas más indignas de Marlaska, me aporta los nutrientes que me niega la dieta de Garzón y me empuja a seguir pagando impuestos, saqueos, multas y cuotas de autónomos, que es algo que cualquier español en su sano juicio solo podría hacer estando completamente borracho.

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