Menú

La condenada situación

En Francia se han descubierto y propagado muchas ideas a lo largo de los siglos. Una de las más efectivas y duraderas ha sido la dicotomía izquierdas-derechas.

En Francia se han descubierto y propagado muchas ideas a lo largo de los siglos. Una de las más efectivas y duraderas ha sido la dicotomía izquierdas-derechas, aplicada a la política de la edad contemporánea. Ahora, con ocasión de los últimos vaivenes electorales de los franceses, la distinción ha saltado por los aires. Realmente, no han competido las izquierdas contra las derechas. En el duelo por la Presidencia de la República, se enfrentaban dos figuras, típicamente derechistas, cada cual a su modo: Macron y Le Pen. No, solo, son rivales, sino que se odian. No es nada personal. Cada una de ellas representa una manera divergente de ver el mundo, la política y todo lo que le sigue. Esa es la verdadera confrontación actual; la tenemos, ya, en España. Veamos.

Un bando sería la alianza del Gobierno actual, dizque progresista, con los socialistas, comunistas y separatistas, extrañamente, avenidos. El precedente de esa forzada unión fue el Frente Popular de 1936, de infausta memoria. Ahora, es algo más que una tácita amalgama de ideologías e intereses. Representa lo que podríamos llamar la Situación, esto es, el heteróclito conjunto de los instalados en el poder político, económico y cultural. Su éxito es tal que acaba por penetrar en amplias capas de la población como una suerte de mentalidad hegemónica. Los elementos ideológicos básicos son estos cuatro: globalismo, ecologismo, feminismo y corrección política. Se viven como una especie de religión civil. Es decir, son creencias instaladas que no admiten mucha discusión; solo la necesaria para afirmarlas aún más. Como dejó escrito Chesterton, "cuando una sociedad deja de creer en Dios, no tiene más remedio que empezar a creer en cualquier otra cosa". El bloque resultante del nuevo credo político sustituye con ventaja a la izquierda de toda la vida.

En frente de la Situación aparece el conglomerado de las derechas, que ya no se reconoce como tal. La prueba es que sus componentes principales (PP y Vox) se saben incompatibles; algo así como la mezcla imposible del agua y el aceite. Empero, ambos elementos básicos son necesarios en, casi, todas las salsas.

Lo que sí sabemos es que los de la Situación acumulan dicterios contra los que no son de su cuerda. Son tachados de "fachas" o "ultras", para confundirlos con los verdaderos fascistas o ultramontanos, que de todo hay en la viña del Señor. A renglón seguido, los excluidos de la Situación lanzan sus invectivas contra sus adversarios; más bien, sus enemigos. Los desprecian como los "progres" o los "pijos". Los insultos recíprocos no son gratuitos; revelan un clima de radical intolerancia. Es algo, así, como la anafilaxia hodierna contra determinadas sustancias alimenticias por algunos raros individuos.

Es difícil precisar por qué unas personas se adscriben a la Situación y otras se adhieren al bloque opuesto de los descastados. A veces, los miembros de una misma familia se alojan, cada uno, en distintos bandos. Es algo tan misterioso como participar en una u otra confesión religiosa.

De manera práctica, el hecho de asimilarse a la Situación, o sentirse extrañado de ella, se vislumbra por medio de una sencilla prueba. Los de la Situación piensan, razonan y perciben la realidad como lo prescribe la propaganda del Gobierno actual y sus terminales mediáticas, económicas y culturales. A los no situados o descastados esa creencia les resulta despreciable.

El problema es que el globalismo, el ecologismo, el feminismo y la corrección política se muestran perfectamente estructurados. En cambio, sus alternativas son difusas, se manifiestan con la incómoda postura de ser negativas, resistentes. Es otra prueba de que la Situación es la que manda en España y en otros países tenidos por "occidentales".

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal