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Pablo Planas

La extinción de Ciudadanos

Las elecciones de Andalucía marcan el fin del partido que pudo derrotar al nacionalismo catalán.

Las elecciones de Andalucía marcan el fin del partido que pudo derrotar al nacionalismo catalán.
La presidente de Ciudadanos, Inés Arrimadas. | EFE

Es altamente improbable que el partido Ciudadanos sobreviva al accidente de pasar de 21 a cero diputados en el Parlamento de Andalucía. Tampoco entró en la Cámara de Castilla y León. La tendencia parece irreversible. Una lástima, a tenor de la desaforada reacción de personajes como Carles Puigdemont o Quim Torra, que han celebrado la desaparición de Ciudadanos del mapa andaluz mucho más que el ascenso del Girona a Primera División o la victoria de su buen amigo el colombiano de extrema izquierda Gustavo Petro, al que pasearon por Cataluña mientras daban el golpe de Estado para que validara el referéndum ilegal.

Los más notables dirigentes separatistas se han apresurado a escribir el obituario de Ciudadanos otorgando a un episodio que estaba descontado hasta en las encuestas más desviadas un relieve impropio para lo acontecido en Andalucía, que es el fin de una época en esa región y puede que en el resto de España. Son nacionalistas y sería mucho pedir que apreciaran el conjunto más allá de su ombligo.

El prófugo de la justicia Carles Puigdemont aseguraba en su cuenta de Twitter que, tras "una gran jornada gerundense [los equipos de fútbol y baloncesto habían ascendido a las máximas categorías de sus respectivos deportes], disfrutamos de la derrota de este residuo político que nació en Cataluña de la mano de algunos personajes cargados de odio (y gracias a dineros que les facilitó una gente que creía que controlar un banco servía para controlar un país...)".

Eso lo dice el mismo tipo que ha colocado a Jaume Giró, exdirector general de la fundación bancaria La Caixa, como consejero de Economía en el Gobierno de la Generalidad. El hecho de que Albert Rivera fuera un empleado de ese mismo banco cuando accedió a la presidencia de Ciudadanos ha dado lugar a muchas fantasías, aunque no es probable que Puigdemont se refiriera a la citada entidad. Que Ciudadanos era el partido del Ibex, así, en general, fue un gran logro de la colaboración de las maquinarias propagandísticas de la izquierda y los nacionalistas. Como si la Convergencia que alumbró a Puigdemont fuera el partido de los menesterosos o el PSOE, el de los trabajadores.

El problema de los separatistas con Ciudadanos es que, si no llega a ser por la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (que es la que rige en la Comunidad Autónoma de Cataluña porque beneficia a las minorías y los nacionalistas nunca le han querido tocar ni una coma), el 21 de diciembre de 2017 habrían enfilado el sendero de la historia, igual que Ciudadanos en Andalucía.

En aquellas elecciones, Ciudadanos se convirtió en la primera fuerza política de Cataluña. Gran parte de los electores socialistas se fueron al partido que lideraba Inés Arrimadas y los del PP, más. Hay que recordar que Rajoy aplicó el artículo 155 de la Constitución tras la proclamación de la república catalana el 27 de octubre en el Parlamento autonómico. Pero acto seguido anunció elecciones autonómicas para el 21 de diciembre, lo que supuso mucho más que la suma de un desfibrilador y un balón de oxígeno para unos agónicos golpistas.

Ciudadanos nació porque Maragall no cumplió las expectativas de desmontar el pujolismo y por el desistimiento del PP en Cataluña, simbolizado en el sacrificio de Vidal-Quadras. Sus impulsores fueron intelectuales de izquierda, no de extrema derecha, como difunde el separatismo. El salto a la política nacional del partido encabezado por Rivera fue un éxito y en aquellas elecciones catalanas mal llamadas "del 155" demostró que se podía cambiar Cataluña. No tener la suficiente fuerza como para hacerlo al momento fue su sentencia de muerte. Tampoco ayudaron las salidas personales de Rivera y Arrimadas, pero es que se les pedía que fueran héroes en un entorno en el que medraban gentes como Junqueras, Puigdemont, Pedro Sánchez o Rajoy, los protagonistas del golpe por activa y pasiva.

Las elecciones de Andalucía marcan el fin del partido que pudo derrotar al nacionalismo catalán. Su electorado se ha ido al PP, pero no porque el PP haya asumido el discurso a favor de la igualdad y la libertad de los ciudadanos, sobre todo en Cataluña, sino por los errores de cálculo, estrategia, tácticos, de percepción y de análisis de sus dirigentes, muchos de ellos ignorantes de los principios fundacionales de la formación. Y por las traiciones, ambiciones y despropósitos de tantos de ellos. Lo de siempre. Si Ciudadanos hubiera tenido algo más de músculo cuando sus dirigentes empezaron a tontear en el Hola, puede que no se hubieran estrellado tantas veces y tanto como en Andalucía.

Los separatistas rabian de contentos por el trompazo de un señor llamado Juan Marín y también por los resultados de Vox. Dicen que la "ultraderecha" ha tocado techo para añadir a continuación que la España que viene es una suma de la "ultraderecha" y la "ultra ultraderecha". Un Gobierno del PP aun sin el concurso indirecto de Vox será el pistoletazo de salida de una nueva intentona separatista. Y si Adriana Lastra no ha llamado a las barricadas es porque el PP puede gobernar sin Vox, es decir, sin el marco mental del PSOE sostenido por los abogados de ETA y los indultados del golpe. O, como le gusta decir a la prensa progre, "Bildu" y los "soberanistas" catalanes.

Cabe la posibilidad de que Antonio, vistos los resultados en Andalucía, mande a paseo a sus socios y se convierta en el abanderado de la Justicia. ¿Se imaginan que diera la orden de que se cumpla la sentencia del 25% de español en los colegios de Cataluña? No es previsible. Ahora mismo cobra fuerza que el presidente del Gobierno no se presente a la reelección, tal como ha sugerido el presidente andaluz, Moreno Bonilla. El PSOE es un partido zombi.

A Feijóo le va a tocar gobernar sobre un auténtico cráter. Inflación, recesión y estanflación. ¿Dónde esta la pasta europea para salir de la pandemia? Putin, Argelia, el gas y el Sáhara. Ya. Y la "excepción ibérica", la renta mínima, los indultos en pago diferido de la investidura, las excarcelaciones de etarras por lo mismo, la inseguridad jurídica de los autónomos, las trampas de los "fijos discontinuos" de Yolanda Díaz, las colas del hambre durante el encierro, la crisis agraviada por el despilfarro y la deuda de las administraciones públicas...

Por si no fuera suficiente, deberá afrontar el líder del PP graves algaradas callejeras, un escenario infernal e infestado de alertas antifascistas con convocatorias mayoritarias de UGT y Comisiones en contra del recibo de la luz o a favor de los derechos de una cosa llamada Cataluña. Y como en las películas de Marvel, habrá una segunda parte del Procés. Es así.

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