Podemización y propaganda: Con estas dos palabras podríamos sintetizar la intervención del presidente del gobierno en la primera jornada del Debate sobre el Estado de la Nación tras siete años sin celebrarse sin más motivo real que el desprecio que Sánchez siempre ha destinado al control parlamentario. Y es que, lejos de admitir la gravísima situación económica e institucional que está atravesando España, y lejos de admitir la decisiva responsabilidad que en ella tiene su gobierno, Sanchez ha preferido, tal y como hiciera Zapatero en su día, descalificar a la oposición como "profetas del miedo" y acusarla de ejercer de "curanderos" al tiempo que no admitía más culpa que la derivada de la pandemia y de la invasión rusa de Ucrania.
Con todo, peor aún que el edulcorado diagnóstico de situación, han sido las demagógicas y contraproducentes propuestas "estrellas" con las que Sánchez pretende reconfortar a sus aliados de extrema izquierda, básicamente consistentes en mayor gasto público y mayores impuestos. Haciendo suyo el discurso de Pablo Iglesias, Sánchez ha cargado contra las grandes empresas y ha anunciado dos impuestos extraordinarios que afectarán en los próximos dos años a los beneficios de las empresas energéticas y a las entidades financieras, con los que Sánchez pretende recaudar 7.000 millones de euros extra, 2.000 por año entre las energéticas y 1.500 anuales entre los bancos. Teniendo presente que, entre el accionariado de esas grandes empresas, hay multitud de pequeños ahorradores, y sin olvidar que esas empresas podrán repercutir esa demagógica mordida fiscal entre sus clientes, no es de extrañar que el anuncio podemita de Sanchez haya provocado nada más escucharse una severa caída del Ibex, especialmente en el sector bancario.
No menos criticable es, sin embargo, su irresponsable decisión de indexar las pensiones al IPC -lo que, según el Banco de España, elevará nuestro ya de por si desbocado endeudamiento del 117% a más del 140% del PIB- o su demagógico anuncio de construcción de viviendas a cargo del contribuyente y de bonificación del 100% de todos los abonos de varios viajes de cercanías, media distancia y Rodalíes operados por Renfe.
Frente a este discurso presidencial, en el que Sánchez de forma conspiranoica ha llegado a deslegitimar la oposición democrática de los partidos ubicados a su derecha, cabe destacar la más que aceptable intervención de la portavoz del PP, Cuca Gamarra, quien dedicó un oportuno minuto de silencio a la memoria de Miguel Ángel Blanco que ha marcado el debate, ante la ira de Batet y los miebros del Gobierno. Gamarra no se ha limitado, como era de esperar, a denunciar el deterioro de la situación económica sino que también ha criticado la deriva institucional de este gobierno empezando por su decisión de acordar la nueva Ley de Memoria Historica con EH Bildu, brazo político de ETA.
Con todo, la más clara, contundente y, en el mejor sentido de la palabra, ideológica intervención contra el gobierno la ha protagonizado el líder de Vox, Santiago Abascal, quien ha complementado la intervención de la portavoz popular con un discurso en el que ha denunciado valientemente el gasto superfluo de este gobierno, su costosísimo y delirante "ecologismo" que tanto nos empobrece energéticamente, su totalitaria y sectaria ley de memoria histórica o la erosión sufrida por las instituciones que nos configuran como democracia liberal. Proponiendo una clara alternativa que no se reduzca únicamente a un cambio de siglas o a un mero cambio de gestión de un heredado "statu quo", Abascal se ha comprometido a "reconstruir" todo los que socialistas y comunistas "destruyan" como "a levantar todo lo que derriben".
Así, las cosas, sólo el acierto y la complementariedad de los discursos de los representantes de PP y Vox, que esta vez no se han enzarzado en polémicas internas, es motivo de esperanza frente a un gobierno nefasto que ha hecho suyo el discurso de la extrema izquierda y que sólo sabe avanzar rumbo al precipicio.

