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Cristina Losada

Por un verano sin sermones

En las playas no hay tal "discriminación corporal". Si las personas con sobrepeso tienen algún complejo, es de lamentar, pero es asunto privado.

En las playas no hay tal "discriminación corporal". Si las personas con sobrepeso tienen algún complejo, es de lamentar, pero es asunto privado.
Campaña promocional del Ministerio de Igualdad | Ministerio de Igualdad

La predicación no cesa. Ni en verano nos dejan en paz. Al contrario. El llamado Ministerio de Igualdad ha puesto en circulación una campaña publicitaria para combatir las "discriminaciones corporales" y asegurar a todas las mujeres que sus cuerpos, sean como sean, son válidos y pueden enseñarlos en la playa sin culpa ni vergüenza. El cartel acompañante muestra en bikini y bañador a varias mujeres de talla grande, entre ellas a una modelo británica cuya imagen se ha utilizado sin autorización. Incluye también a una mujer mayor a la que le han practicado una mastectomía, lo cual, si nos ponemos exigentes, envía señales equívocas. Pero lo esencial es a qué viene esto.

Para este nuevo sermoncito ha hecho falta poner 84.500 euros de dinero público que se podían haber ahorrado si a las predicadoras les importara algo la realidad. La realidad es que en nuestras playas ocurre lo mismo que en nuestro país. Y lo que pasa en nuestro país es que las mujeres y los hombres con sobrepeso y obesidad son un porcentaje muy notable de la población. Los datos del INE indican que hay un 44,9 % de hombres y un 30, 6 de mujeres con sobrepeso y, en cuanto a la obesidad, un 16,5 % y un 15,5 % respectivamente. De modo que bastante más de la mitad de los hombres y casi la mitad de las mujeres tienen alguno de esos problemas. Y ello sin contar a los menores de 18 años.

La deducción es obvia. Y evidente para cualquiera que frecuente las zonas playeras más concurridas. El sobrepeso es muy común. En las playas nadie se fija en quién tiene barriga y quién celulitis. No hay tal "discriminación corporal". Si las personas con sobrepeso tienen algún complejo, es de lamentar, pero es asunto privado. No para el feminismo, sin embargo. Como otros ismos del montón, éste se basa en politizar todos los aspectos de las acciones y relaciones humanas. No en vano "lo personal es político" fue uno de los gritos de guerra del feminismo radical norteamericano, del que nuestras predicadoras copian, siempre con retraso, prácticamente todo. Incluido el sesgo totalitario.

La campaña veraniega del ministerio de Igualdad se inventa una discriminación que no existe. Una más. Porque la política de las responsables de ese ministerio se funda en la continua tergiversación. Su objetivo de tutelar a las mujeres, de dictarles cómo han de ser y qué han de pensar, de que renuncien a su autonomía, pasa por la construcción de un imaginario tenebroso. Tiene que haber un país y una sociedad en la que las mujeres sufren constantes violencias y sólo pueden vivir con miedo para que sus desvaríos políticos adquieran sentido. Pero su cerril insistencia será su perdición. En países que han padecido antes, y de qué manera, a estas severas predicadoras, ya ha pasado: un porcentaje creciente de mujeres y hombres se desvinculan de cualquier identificación con el feminismo. Lo malo es que habrá que esperar y, hasta entonces, aguantar sermón tras sermón.

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