
Una amplísima mayoría de chilenos rechazó el pasado domingo el texto constitucional pergeñado por el Gobierno ultraizquierdista de Gabriel Boric y sus socios, lo que constituye un severo varapalo para el Ejecutivo prochavista a menos de seis meses desde su llegada al poder. Más del 60 por ciento de los ciudadanos rechazaron el engendro constitucional elaborado por una estrafalaria Asamblea Constituyente, que definía Chile como un "Estado plurinacional e intercultural" formado por 11 naciones, pretendía instituir por mandato la representatividad obligatoria de todas las "disidencias sexuales", o nacionalizar los sectores estratégicos sometiendo al control del Gobierno y los sindicatos izquierdistas el funcionamiento de toda la economía nacional.
En realidad, lo que pretendía Boric, como han tratado de hacer todos los líderes del llamado Socialismo del Siglo XXI allí donde han podido, es elevar su programa comunista a un mandato obligatorio con rango constitucional para impedir la alternancia política, base de toda democracia. Venezuela, Ecuador y Bolivia son los antecedentes de esta estrategia de Golpe de Estado difuso, que busca subvertir el orden constitucional para hacer de la Carta Magna de esos países un papel mojado cuya única finalidad es dar soporte jurídico-político a los desmanes de la extrema izquierda, una vez instalada en el poder.
Pero lo que en otros países desdichados tuvo éxito, en Chile ha cosechado un rotundo fracaso que deja al Gobierno ultraizquierdista seriamente tocado y a su presidente víctima de un baño de realidad que debería hacerle recapacitar sobre sus planes de extender el chavismo a una de las naciones más prósperas de Hispanoamérica.
El primer aviso que debería atender Boric es que las violencias alentadas por su Gobierno para imponer por el miedo una reforma política tan brutal no solo no han funcionado sino que, más bien, han permitido que la mayoría de los chilenos se concienciara de lo que se jugaban el pasado domingo.
Boric y sus socios ultraizquierdistas pretenden llevar a cabo a toda costa su reforma constitucional, para lo cual pondrán en marcha de nuevo un mecanismo constituyente en lugar de atender los problemas cotidianos de los chilenos, víctimas del cataclismo energético y económico que afecta a todo el mundo desarrollado. Pero la incompetencia archidemostrada de los comunistas para gobernar en paz no puede ser utilizada para convertir a todo el pueblo chileno en rehén de su ineptitud y llevarlo a un abismo político como el que se sustanció este pasado domingo, por fortuna, de manera favorable. Los chilenos han dicho no al socialismo y han rechazado de plano la reforma chavista propuesta por la ultraizquierda. Ese es el mensaje que debería interiorizar Gabriel Boric, asumiendo todas sus consecuencias si quiere ser, de verdad, el presidente de todo el pueblo chileno.
