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Cristina Losada

"Vuelve pá Galicia"

La falta de respeto alcanza también a la autonomía donde ese político ha amasado la experiencia de la que "tannnto" se burla Sánchez.

La falta de respeto alcanza también a la autonomía donde ese político ha amasado la experiencia de la que "tannnto" se burla Sánchez.
El alcalde de Valladolid, Óscar Puente, le espetó a Feijóo esta semana que se volviese a Galicia. | Flickr/CC/Iglesia en Valladolid

El alcalde de Valladolid está haciendo méritos como nadie en la esforzada lucha contra el "efecto Feijóo", ese fenómeno que existió pero ha dejado de existir o que no ha existido nunca pero hace que los socialistas actúen como si existiera. Un sindiós, sí, pero más allá del caos están las sólidas certezas del alcalde Óscar Puente, que es quien ha calado al gallego y lo ha descalificado de tal modo y con tal falta de modales que se puede decir, sin mucha exageración, que es el político socialista que marca el discurso del partido contra el Feijóo del efecto agotado.

Es Puentes un hombre de las redes, el lugar donde el insulto y el desprecio bailan agarrados, y los hinchas sueltan sin inhibiciones la bilis que llevan dentro para volcarla sobre el rival de turno. Y fue allí donde el otro día sorprendió a algunos transeúntes con un mensaje en el que aconsejaba a Feijóo que volviera a Galicia, si bien con palabras, digamos, menos educadas. "Feijóo, Marcha pa Galicia rapaziño. Que allí estabas más a gustito", era el textual del castellano, faltas incluidas, que eran seguro deliberadas para dar la impresión de cercanía y colegueo.

La última vez que se pudo leer algo así firmado por una figura pública fue cuando la expresidenta del parlamento de Cataluña, señora Gispert, dijo dirigiéndose a Inés Arrimadas, la líder de Ciudadanos: "¿Por qué no vuelves a Cádiz?". Estaba implícito el resto: que allí iba a estar más a gusto. Claro que no es cosa de equiparar el supremacismo del nacionalismo catalán y el exabrupto de Puente, por más que tengan tanto en común o lo tengan todo en común si vamos a lo literal, que es adonde se va ahora siempre. La prueba de la diferencia es que Gispert tuvo que retractarse y a Puente nadie se lo ha pedido. Será porque hay barra libre hasta que no se consuma la última gota de ese efecto que no existe.

La cuestión de interés es que la barra libre no la tiene sólo un alcalde enganchado a las redes. La tienen, antes que nadie, los ministros y el propio presidente del Gobierno, y se están sirviendo tan libremente que su empeño en ridiculizar y menospreciar al líder de la oposición ha acabado por oscilar, en cuanto al tono, entre la barra de bar y el patio de colegio. Los retintines y risitas con los que Sánchez hace burla de la experiencia de Feijóo en los cara a cara en el Senado, y que son cosa de ver, están claramente en el orden de lo infantil, pero no son por ello menos desconsiderados. Y ahí viene el problema. No pasaría nada grave si fuera desconsiderado únicamente hacia la persona del político en cuestión, pero en este particular caso resulta que la falta de respeto alcanza también a la autonomía donde ese político ha amasado la experiencia de la que "tannnto" se burla Sánchez. Eso, en España, es jugar con fuego.

Uno de los vacíos de Sánchez, si es que se puede jerarquizar en vacuidades, es su falta de conocimiento y de interés por la realidad autonómica y, por qué no decirlo, por la periferia. Y lo peor es que se le nota. Tanto se le nota que cuando habla de la deuda de Galicia para reprocharle a Feijóo que aumentara, se percibe que es para él como la deuda de una región del Cáucaso y que sólo sabe de Galicia ese dato que le ha soplado su ministra de Hacienda. La misma Montero, por cierto, que dijo —era un chiste— que Feijóo era "el señor Mopongo", aunque avisó acto seguido que no venía de África. Y menos mal, que si no hasta allí lo manda de vuelta el alcalde Puente, ese progresista cosmopolita que piensa que un político gallego donde está mejor es en su tierra y con boina, y no pretendiendo ser, a quién se le ocurre, presidente del Gobierno de España.

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