
Es mucho más que posible que el partido de Puigdemont acabe hecho trizas por la guerra que sostienen los dos grandes sectores de la formación, los "lauristas" de Borràs y los representantes de la vieja escuela convergente. La bronca del diputado "laurista" por antonomasia a una periodista de TV3 por una entrevista periodística a su líder que trascendió a mediados de julio pasado es la causa de la última batalla, un episodio plagado de gritos, presiones, traiciones y puñaladas por la espalda. Lo normal en cualquier partido, pero que en el caso de JxCat sucede, por así decir, en abierto, a la vista del público interesado. Ni siquiera TV3 lo puede disimular.
A Puigdemont no le interesa nada su propio partido. De hecho, se apeó de la presidencia antes del último congreso, celebrado el pasado verano. Es probable que sea el primero que no apostaría ni un euro por la supervivencia del proyecto. El indultado Turull, a la sazón secretario general e ilustre representante del clan de los talibanes de Convergencia, intenta compensar los excesos de Laura Borràs, presidenta de la formación y de su club de fans, el diputado de la bronca, Francesc de Dalmases, el abogado Cuevillas, que fue letrado de Puigdemont, y otra diputada, Aurora Madaula. No hay más.
Semejante plantel político convierte a personajes como Jordi Pujol o Artur Mas en auténticos titanes de la política que se conducían de manera fría y profesional, poco propensos a pegarse tiros en el pie, aunque eso sólo se puede decir del viejo patriarca del catalanismo contemporáneo.
La cuestión es que JxCat está al borde de la implosión tras haber decidido su rala militancia (6.000 afiliados) que el partido tenía que salir del gobierno de la Generalidad. Los consejeros cesados y los cientos de cargos afectados son, según los "lauristas", quienes han desencadenado las últimas hostilidades. Dalmases, que era uno de los vicepresidentes del partido, ha dejado ese cargo, pero no el escaño. Su comportamiento abusivo con la periodista fue objeto de un informe del propio partido cuya redactora, la abogada Magda Oranich, acaba de explicar que no le coge el teléfono a la señora Borràs para no tener que soportar sus gritos y que otras diputadas del partido le han llamado para decirles que Dalmases también las intimidó a ellas. Gritos hubo también en la reunión en la que se decidió cesar a Dalmases de vicepresidente. Los que metió Borràs a quienes criticaban en su ausencia al referido todavía diputado. Y es que antes del comité extraordinario, Dalmases fue ingresado en un hospital por una crisis de ansiedad o un desajuste cardiaco, según las versiones.
Mientras tanto, crece la bola y se desliza que compañeros de partido ya no le dirigen la palabra y que una amplía mayoría está harta de las maneras de diva de Borràs y del matonismo de Dalmases. La escisión está en el ambiente. Más siglas en la galaxia posconvergente. Oriol Junqueras se frota las manos. Su mayor logro en política habrá sido cargarse lo que queda de Convergencia y convertirse en el auténtico heredero de Pujol. Sin el "trono", pero con todos los atributos.
Pero no sólo JxCat tiene problemas en Cataluña. La situación de Ciudadanos en Barcelona manifiesta las mismas características. Conspiraciones, denuncias, dimisiones. Lo típico en los procesos de descomposición. En el caso de Ciudadanos, la crisis se remonta a la operación Manuel Valls, el exprimer ministro de Francia que se presentó a las últimas elecciones municipales encabezando una extraña coalición con Ciudadanos y algún descolgado del PSC como el exalcalde de Hospitalet Celestino Corbacho.
La cosa está acabando como el rosario de la aurora. Primero se fue Eva Parera, segunda de Valls en el Ayuntamiento, puesto que compaginó durante algún tiempo con un escaño del PP en el parlamento catalán. Ahora es la presidenta de un nuevo partido, Valents, que se presenta como una Unión del Pueblo Navarro, pero en Cataluña. La salida de Valls partió el grupo en dos. A un lado, Ciudadanos y al otro, los de Valls, pero también cargos intermedios del PP y de Ciudadanos.
Ahora es Luz Guilarte, la presidenta de Cs en el Ayuntamiento y exfutura candidata a la alcaldía, quien se ha marchado, a su casa de momento, tras una conjura interna de sus compañeros. También lo ha dejado Corbacho, pero porque ha preferido jubilarse. Y al correr la lista se han dado cuenta de que le tocaba a Fernando Carrera, quien resulta que está contratado como asesor por el PSC y ha renunciado al acta de concejal. En este asunto, quienes se frotan las manos son los socialistas, que se quitan de en medio para las próximas elecciones en Barcelona a un partido que en las últimas municipales en Barcelona con el concurso de Valls sumó 6 concejales, dos menos que ellos. Colau gobierna, apoyada por el PSC, con 10 ediles, los mismos que ERC.
No hay un trasvase automático de votos entre Ciudadanos y el PSC, pero Ciudadanos fue la primera fuerza política catalana en diciembre de 2017 con 36 escaños y el PSC sólo obtuvo 17. En los comicios autonómicos de 2021, el PSC fue la primera fuerza con 33 escaños y Ciudadanos se quedó en 6.
Así que pista para ERC y el PSC, sin perder de vista a Colau en Barcelona. La Cataluña del "posprocés" está en sus manos. Y en las de Murphy, el de la ley de la tostada.
