Aquella postal desde el Falcon o esas otras en helicóptero nos estaban avisando sobre lo que se nos venía encima. Un fanfarrón con poderes. Un personaje que ensaya cada gesto fingiendo sorpresa, indignación o desprecio. Un vanidoso sin escrúpulos.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, intuye la composición de su plano antes que nadie y domina la puesta en escena hasta cuando quiere aparecer delante del Rey, al lado del Rey o en lugar del Rey y casi siempre en contra. Posa para todo. Para mentir, para subvertir, para maldecir, para manipular. Posa hasta para traicionar.
Tampoco es el único. Las hay que ponen muecas ante la invasión rusa de Ucrania —lo llaman guerra de Ucrania para evitar al culpable— y no quieren enviar armas. Prefieren gastarse el dinero de todos en vídeos reivindicativos: "Charo está un poquito hasta el coño" de hacer la cena de Nochebuena, dice Ione Belarra como promoción de la última campaña de su compi Irene Montero. También pagan (pagamos) vídeos para denunciar los supuestos machismos televisivos y siguen (seguimos) gastando sin freno en visitas a Nueva York por la igualdad o más bien para hacerse fotos de pandilla hortera. Pero lo de las armas… o sea, no. Es que aquí hay que mirar por el bienestar animal y los presupuestos dan para lo que dan.
Ellas, como otros del gobierno Sánchez, aplauden con ojos húmedos la aprobación de leyes inútiles y mal hechas que tienen el efecto contrario al que decían buscar. Pero lo venden y lo sufren como una conquista de la democracia frente a la opresión… mientras disfrutan de una democracia que solo ellos están poniendo en riesgo. Lloran pero han vivido y cobrado de Hugo Chávez, de Nicolás Maduro, de los Castro y de los ayatolas. "Cabalgar contradicciones" lo llamó el de látigo y la coleta. En Ramo Verde (Los Teques, sur de Caracas), en Kilo 8 (Camagüey, Cuba) o en cualquier cárcel-pocilga de la Isla Prisión y al pie de las grúas-soga iraníes tienen otras formas de llamarlo. En Kiev, Járkov, Zaporiyia… también, claro.
Volodimir Zelenski es para mí, sin lugar a duda, el personaje del año. Lamentablemente, Sánchez también. Las razones son dramáticamente opuestas.
Los dos presidentes de Gobierno aparecen fotografiados al salir de sus respectivos helicópteros. Observando detenidamente ambas escenas, y sabiendo lo que significa cada una, apreciamos los contrastes: valentía y cobardía, orgullo y fatuidad, gallardía frente a impostura, acción contra traición, liderazgo ante sumisión.
Uno necesitaba viajar en helicóptero, el otro pudo ir en coche. Uno camina firme, el otro pasea chulesco. Uno asume riesgos personales, el otro es un peligro. Uno defiende la democracia frente al comunismo; el otro, sirviéndose de la democracia, sucumbe al comunismo y se vende al nacionalismo. Uno va en camiseta porque está en guerra, el otro se quita la corbata para ahorrar cuando hace calor. Uno es necesario, el otro era prescindible y hoy una seria amenaza. A uno hay que ayudarlo siempre que se pueda; al otro, evitarlo siempre. Uno debe vencer y el otro debe irse. Ambos cuanto antes.
Volodimir Zelenski pasó del plató a la política. Pedro Sánchez hace de la política cine propagandístico, cutre y peligroso. Zelenski, licenciado en Derecho, guionista, productor, director, actor, comediante y presidente del Gobierno, tampoco compraría la serie documental sobre Pedro Sánchez, licenciado en Económicas y Empresariales y doctor en Economía con tesis fraudulenta.
Demasiadas diferencias entre dos fotos similares.
Uno es un héroe, el otro es Sánchez.
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Esta Nochebuena brindemos por Ucrania y por todos los rincones del planeta, de Caracas a Teherán pasando por cada infierno del totalitarismo, en los que se luche por la libertad. Son ellos los olvidados, los que sufren de verdad.