Menú
Pedro de Tena

La insoportable levedad de Feijóo

A Feijóo le conviene exhibir entereza, decisión, voluntad, dirección, firmeza, ejemplaridad. Pero nada de ello se ve ni en él ni en sus barones.

A Feijóo le conviene exhibir entereza, decisión, voluntad, dirección, firmeza, ejemplaridad. Pero nada de ello se ve ni en él ni en sus barones.
Alberto Núñez Feijóo | EFE

No se comprende bien cómo a una persona tan cauta y sinuosa, a la que ha costado tanto llegar a las inmediaciones de La Moncloa, no advierte lo peligrosa que es la levedad del ser para sus propósitos. Desde muy joven ha ido acercándose, a veces dando un largo rodeo, a su alto destino de dirigir el gobierno de España durante unos cuantos años. Siempre tan precavido y receloso, tardó tanto tiempo en decidir aceptar el almirantazgo de la flota del PP que parecía que lo hacía a rastras, a la fuerza, contra su voluntad. Pero nunca se supo si tras esa legítima ambición había un plan de reforma consistente para enderezar el rumbo de la nación que, sobre todo desde 2004, ya se sabía extraviado. Se intuyó siempre, a pesar de su aparente desinterés en el escenario, que quería mandar pero nadie sabía para qué.

Recuérdese que José María Aznar, desde la refundación de 1990 en Sevilla, había preparado cuidadosamente el entramado intelectual y político de su estrategia de cambio para España. Escribía libros, se reunía con y seducía a intelectuales y periodistas procedentes de la izquierda confusa, achicharrados éticamente por la corrupción socialista, y tejía con cierto esmero "una idea clara de España" como cuenta en sus Memorias. Parecía, sí, que "la libertad tenía otra oportunidad" en España. Se rodeó de un grupo de notables muy cualificados académica, técnica y políticamente y se armó con un programa "centrista", con una leve interpretación liberal y nacional de la Constitución, con ambiciones en política exterior reventadas el 11-M. Finalmente, ganó las elecciones en 1996 pero, para gobernar, cedió a las pretensiones del ratero Jordi Pujol dando paso a una degeneración sucesiva de los presuntos principios. Al menos, había un nivel, una estatura, una oportunidad antes de la decepción.

Nada de aquello se parece a la maquinaria burocrática del PP de FeijÓo, si exceptuamos a Isabel Díaz Ayuso y a Cayetana Álvarez de Toledo. La medianía y la pobreza intelectual destilada por los poros de Mariano Rajoy se había apoderado del PP y cuando tuvo la oportunidad —una mayoría absolutisima, desconocida desde 1982, en todos los niveles del gobierno incluyendo los autonómicos y municipales—, la dilapidó. Pudo enderezar de una vez y para siempre la dirección de España pero se hundió en el absentismo y dejó crecer en la izquierda una antiEspaña que, al final, lo devoró y estuvo a punto de liquidar al PP, desgarrado a derecha e izquierda. Fue salvado por la reacción heroica de Madrid, incluso ante la propia dirección nacional errática y absurda de Pablo Casado.

Los intelectuales, esa entidad ambigua, no sólo la palabra, vengan de la izquierda o no, están ahora más contra el gobierno social-comunista, azote de la convivencia nacional, que a favor del PP. Lo mismo pasa con los periodistas, desengañados por la corrupción e inconsecuencia de todos y ateridos de frío económico por el sometimiento mayoritario de los propietarios a los poderes fácticos agrupados bajo las banderas rojo-moradas y separatistas. Si Aznar representó una cierta esperanza, Feijóo sólo puede contar con el escepticismo más descarnado hacia una partidocracia desleal a la gente de a pie, a sus propios votantes y al proyecto constitucional. Por ello, más que a nadie, a Feijóo le conviene exhibir cuerpo y alma, entereza, decisión, voluntad, dirección, firmeza, ejemplaridad. Pero nada de ello se ve ni en él ni en sus barones, con excepción del valor nada supuesto y la desinhibición política de Díaz Ayuso en Madrid.

Pero no. Sólo unos días han transcurrido desde que Núñez Feijóo anunciara que derogaría una decena de leyes aprobadas por el gobierno de Pedro Sánchez entre las que se encontraba la Ley del "Sí es sí". Eso fue lo que recogió la prensa nacional aunque la aguda y precisa Miriam Muro, en estas páginas, advertía que Feijóo, si bien primero dijo derogación, luego, en la presentación de las 60 medidas de regeneración institucional del pasado 23 de enero, sólo aludió a la urgencia de "corregir los graves errores de la Ley del "sólo si es si".

Ha faltado tiempo para que Feijóo se haya olvidado de la derogación de tan perversa Ley y se haya ofrecido al gobierno de Pedro Sánchez, que presumió de su factura y autoría, para votar a favor de una rectificación de su texto que ni siquiera ha exigido sea acordada con luz y taquígrafos y la participación de juristas expertos. Se dirá que se trata de impedir que sigan reduciéndose las penas de los condenados por violación, pero es evidente que se asume que los casi 350 delincuentes beneficiados por la sinrazón de la Ley Sánchez-Montero, va a seguir disfrutando de su desvarío. Esta levedad puede ser insoportable.

Feijóo debe creer que este es el camino para llegar a La Moncloa, apoyado por egregios Margallos que incluso desean un gobierno de coalición con este PSOE (que no esté ya Pedro Sánchez en él ya no es garantía de nada porque le ha imprimido su carácter). Pero también puede ser el camino que conduce a la abstención masiva de sus mismos votantes en las próximas elecciones o de su preferencia masiva por las papeletas de Vox. Y seguramente, el de la salvación del pernicioso Sánchez. Cuando se es tan leve, puede serse breve.

Temas

En España

    0
    comentarios