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EDITORIAL

Vasallos de Mohamed VI

Si de verdad tuviésemos con el país alauita la relación privilegiada de la que presume el presidente, el rey marroquí habría estado en esta visita.

Una vez más, los planes propagandísticos de Pedro Sánchez se han derrumbado como un castillo de naipes. La madre de todas las cumbres bilaterales entre España y Marruecos ha vuelto a quedarse en una humillación para el Gobierno español, lo que iban a ser días de portadas elogiosas y fotos de gran estadista se ha quedado en la patética rueda de prensa "en off a partir de ahora" del ministro Albares, que será sin duda el momento de esta visita que se recuerde.

Que la propaganda te salga mal es lo esperable cuando te limitas a gobernar de cara a la galería y no hay nada más allá del próximo "relato" que ha de venderse a los medios cueste lo que cueste. Es el caso de un Sánchez que ha decidido que el papel de estadista internacional es uno de los que le conviene adoptar de cara a las próximas elecciones.

Pero para parecer un estadista internacional hay que serlo: en la compleja selva de las relaciones entre países la impostura, la triquiñuela y el engaño no cotizan al alza y a Pedro Sánchez ya se le conoce y, en algunos casos y singularmente en el de Marruecos, es obvio que se le desprecia.

Porque si de verdad tuviésemos con el país alauita la relación privilegiada y especial de la que presume el presidente, el rey marroquí habría estado en esta visita que era tan especial como para trasladar a una docena de ministros al otro lado del estrecho. Porque si fuese real esa sintonía a la que Sánchez ha sacrificado la posición histórica de España respecto al Sáhara Occidental y las relaciones con Argelia en plena crisis energética, el Gobierno no tendría que "tragar sapos" permanentemente, ni en las visitas, ni en las vallas de Ceuta y Melilla, ni en el Parlamento Europeo.

No sabemos si es por la debilidad fronteriza que nuestro país ha demostrado en multitud de ocasiones en nuestras dos ciudades autónomas en el norte de África; si todo se debe a ese misterioso robo de datos del móvil del propio Pedro Sánchez que cada día parece gravitar más sobre sus decisiones; si es la consecuencia de una política internacional en la que España se ha alineado con los enemigos de Occidente; o si sufrimos una mezcla de todo lo anterior, pero lo que según el presidente es una relación cordial y privilegiada en realidad es un vasallaje en el que nuestro país lo da todo, incluso entregar el futuro de lo que fue un territorio español al monarca marroquí, sin recibir nada a cambio: Mohamed VI sigue sin tener la menor intención de reconocer nuestra soberanía sobre dos ciudades que ya eran parte de España antes de que existiese el propio Marruecos.

El pasado martes, Feijóo reprochaba a Sánchez que en cuatro años ha tenido 40 ministros. Tres de ellos han pasado por la cartera de Exteriores y ese es el mejor indicador de una política que, como en todo lo demás, habrá que reconstruir con mucha dificultad cuando este Gobierno social-comunista sea desalojado en las urnas. Esperemos que no sea demasiado tarde para lograr reequilibrar la relación con nuestro vecino del sur, porque España no merece ser un estado vasallo de nadie, y menos aún de un sátrapa como Mohamed VI.

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