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España va como un pepino

Bajan los precios cuando Calviño va a hacer la compra y suben de nuevo inmediatamente después. Mira que he probado a diferentes horas y no hay manera.

Bajan los precios cuando Calviño va a hacer la compra y suben de nuevo inmediatamente después. Mira que he probado a diferentes horas y no hay manera.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez junto a la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño | EFE

En el Diario Ya de 1969 se leía un histórico y grueso titular: "Normalidad en la jornada universitaria", y debajo, el subtítulo: "presentan su dimisión el decano, el vicedecano y el secretario de la Facultad de Derecho". Se parece bastante al último análisis de Pedro Sánchez sobre la marcha de la economía: "El éxito económico español: hoy España es un ejemplo", en cuyo subtítulo podría ubicarse "El cierre de empresas alcanza la cifra más alta desde 1995". En el último mes del pasado año, se disolvieron más de cien empresas al día. Todo un éxito, sin duda.

Hemos de convenir que tal éxito no habría sido posible sin la colaboración interministerial. Por un lado, Ione Belarra llamando "capitalista despiadado" a un tipo que proporciona empleo a 93.000 españoles y "usurera" a la responsable del banco español más grande del mundo. Por otro, Díaz acusa de ladrones a los empresarios: "alguien aquí se está forrando". Y por otro, el que faltaba en la fiesta, el presidente, echando la culpa al "sector privado" de la pérdida de poder adquisitivo: "pagan bonus millonarios a sus ejecutivos, pero no suben ni un céntimo el salario a sus empleados".

Y lo de los fondos europeos. Con suerte, el 43% de ellos han llegado a la economía real, a las empresas, mientras que la mayor parte del botín ha ido a parar a los ayuntamientos, empleándose fundamentalmente en tratar de ganar las próximas elecciones municipales. Si sales a la calle dormido estos días, ten cuidado, las ciudades se están llenando de banquitos, pasarelas, farolitas, y carriles bici que, instalados con nocturnidad a cargo de los Next Generation, buscan el voto fácil de las ancianitas del barrio. Yo esta mañana he logrado evitar dejarme los dientes contra un banco que anoche no estaba frente a mi portal, y en el quiebro he metido el pie en la franja recién pintada de un nuevo paso de cebra, dejando una hilera de huellas del número 43 hasta la panadería. No hay ciudad en el mundo más peligrosa que aquella que se encuentra en trance preelectoral.

No obstante, es cierto que la España de Sánchez necesita bancos y parques. En algún lugar hay que poner a tomar el sol esta primavera a la legión de parados que, con técnicas avanzadas de maquillaje, intenta ocultar Yolanda Díaz. Recordemos que en las estadísticas oficiales el Gobierno oculta a los parados que están en formación, a aquellos que buscan trabajo, pero con disposición limitada, y a los de los ERTEs; como si hacer un cursito de artesanía medieval para matar el rato te convirtiera en ocupado.

Consuela al menos que a los ministros les vaya bien la vida. Yo no deseo mal a nadie. Así, celebro ver que Calviño va al súper a hacer la compra y los precios han bajado. Debe tratarse de un fenómeno paranormal. Bajan los precios cuando Calviño va a hacer la compra y suben de nuevo inmediatamente después. Mira que he probado a diferentes horas y no hay manera. Sueño con coincidir con la ministra un día en el pasillo de los chocolates. Si bien es cierto que ella, según desveló, busca las ofertas y compra fruta de temporada. Ahí me pilla. Porque yo voy siempre, siempre, siempre, a lo más caro, pero por el placer de quemar billetes, y por supuesto nunca fallo a la cita de las cerezas exóticas en otoño y las fresas de contrabando en verano.

Faltan un montón de meses hasta las generales y sospecho que el Gobierno seguirá insistiendo en su particular "normalidad en la jornada universitaria" mientras dimiten hasta los pupitres, pero si algo hemos aprendido con Sánchez es que no miente, sino que jamás dice la verdad. Haría bien la oposición en estar al loro, como diría Tierno, porque el volumen de troleo del Gobierno seguirá en ascenso hasta la mismísima campaña electoral, donde dará comienzo la Tercera Guerra Mundial sanchista. Tendremos aún que frotarnos mucho los ojos frente al televisor para creer que es real lo que estamos viendo y escuchando. Ante lo cual, la única pregunta relevante es: ¿durante cuánto tiempo puede el Gobierno tomar por idiotas a 47 millones de españoles?

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