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EDITORIAL

Un fantoche en Kiev

La foto que debería hacerse Pedro Sánchez sería entregándole el dinero al dictador Putin y no fingiendo asistir a sus víctimas.

Como todo lo que hace Pedro Sánchez, en especial en los últimos tiempos, su viaje a Ucrania está a mitad de camino entre la farsa, la propaganda, el esperpento y, por supuesto, la mentira. El presidente del Gobierno está acostumbrado a que todo sea objeto de su manipulación burda e inmoral, pero en algunos asuntos, y desde luego una guerra en la que miles de personas mueren cada semana es uno de ellos, la forma de hacer política de Sánchez, siempre de cara a la galería y sin el más mínimo reparo ético, es todavía más repugnante de lo habitual.

Mientras España es uno de los países de Occidente que menos está ayudando a Ucrania, Sánchez cree que puede sacar rentabilidad política de hacerse el líder internacional y fotografiarse con Zelenski, pero hace ya tiempo que el relato que trata de imponerse desde Moncloa se derrumba por completo frente a una realidad que es totalmente diferente a como quieren hacérnosla ver.

Y la realidad es que este Gobierno trufado de admiradores y servidores de Putin sólo va a mandar media docena de tanques Leopardo a Ucrania; la realidad es que cuando el propio Sánchez prometió en público entregar a los de Zelenski una serie de camiones los vehículos llegaron a la frontera, descargaron el material que portaban y se dieron la vuelta para volver por donde habían ido.

La realidad es, y esto es lo peor de todo, que el Gobierno de Sánchez ha multiplicado por tres las compras de gas ruso, entregando así a Putin el dinero que necesita para seguir masacrando ucranianos. Esa es la foto que debería hacerse Pedro Sánchez: entregándole el dinero al dictador ruso y no fingiendo asistir a sus víctimas

Pero lo cierto es que esperar cualquier actitud moral del líder del PSOE respecto a Ucrania es un esfuerzo que sólo puede llevarnos a la melancolía: al fin y al cabo, si no tiene el más mínimo escrúpulo para compartir Consejo de Ministros con los putinejos españoles, qué podemos espera que haga respecto a la compra de gas o a sostener el esfuerzo de guerra de Ucrania.

En el colmo del esperpento, el viaje de Sánchez no sólo es incalificable desde el punto de vista moral, sino que también ha servido para que el presidente haga el ridículo una vez más: solo unos segundos después de haber puesto el pie en el andén de la estación ha confundido a un miembro del comité de bienvenida con el embajador de España en Kiev.

Puede parecer una anécdota y en el fondo lo es, pero es terriblemente significativa: ni Sánchez ni ninguno de sus cientos de asesores pagados con nuestro dinero se ha preocupado de saber cómo es nuestro embajador en Ucrania, y mira que han tenido horas durante el viaje en avión y tren. No se puede ser más chapucero, no se puede dejar más claro que, bajo esa falsa apariencia de líder internacional… sólo hay un fantoche.

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