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Itxu Díaz

Cómo ser el alcalde más querido

En cita electoral, el político recorre la selva en busca de pequeños votantes a los que atrae con cantos de sirena para devorarlos a continuación.

En cita electoral, el político recorre la selva en busca de pequeños votantes a los que atrae con cantos de sirena para devorarlos a continuación.
El alcalde de Vigo, Abel Caballero, levanta los dedos haciendo el signo de la victoria junto a la recién inaugurada noria con motivo de la Navidad, en Vigo, a 27 de noviembre de 2019. | Marta Vázquez Rodríguez / Europa Press

En la proximidad de la cita electoral, el político sale de su madriguera y recorre la selva acompañado de su séquito, en busca de insectos, gusanos, y pequeños votantes a los que atrae con cantos de sirena para devorarlos a continuación. Después se entrega a la táctica de las ranas embusteras, marcando territorio en el estanque: el potente sonido que emiten los machos más grandes sirve para espantar a los menores y ampliar su espacio vital. Pero hay otros machos, pequeños pero más astutos, que han desarrollado la capacidad de croar como si fueran enormes y logran el mismo efecto disuasorio; en eso están hasta ahora la mayoría de los alcaldes. Croando como gigantes.

No solo los alcaldes. Faltan tres meses para las municipales y Sánchez ya ha jugado al baloncesto en silla de ruedas –inserte aquí solo comentarios incorrectos—, se ha colado en casa de dos jóvenes aleatorios que resultaron ser del PSOE, y ha estado a punto de partirse el espinazo jugando a la petanca con pensionistas que, en sus ratos libres, son cargos del partido. No descarto que en mayo termine haciendo una barbacoa en el Valle de los Caídos, que anuncie su boda con Lilith Verstrynge, o que done un testículo a alguien que lo necesite en, qué sé yo, Eritrea.

Siempre atento a servir a la causa del bien común, haciéndome cargo de toda esta inquietud y zozobra que asola a nuestra clase política a esta hora, dono generosamente algunas estrategias electorales brillantes y seguras para nuestros futuros alcaldes:

Bésalo todo. Una norma electoral no escrita reza "un beso, un voto". Besa a niños, ancianos, animales, monumentos históricos, repartidores de Correos, insignias familiares, fotografías de políticos de la Transición y hasta farolas. Como norma, bésalo todo excepto aquello que realmente te apetecería besar.

Detecta la indignación momentánea. Al español medio, el cabreo por alguna cuestión política le dura exactamente 24 horas. Pinchas en hueso aludiendo a la polémica de la semana de la falta de aparcamiento en el barrio de no sé dónde, cuando hoy lo que se comenta en el bar es que hay un adoquín roto junto al casco viejo, con el que se ha torcido el pie una ancianita. Olvídate del aparcamiento, a tope con el adoquín. Mañana será otro día.

Llama a todo el mundo por su nombre de pila. Todo el mundo es todo el mundo, incluyendo al carnicero, la señora que te cruzas por la calle y al cámara de RTVE en un debate electoral. La mayoría de la gente anónima se llama Teresa o Antonio.

Procura vestirte como si fueras idiota. Si algo es eficaz en la política de cercanía municipal es la identificación personal con el candidato. Y la forma más eficaz de despertar empatía en el votante es que te vean combinando tu ropa como si te hubiera diseñado el atuendo el líder de Boko Haram.

Di en cualquier momento y en cualquier contexto "esto no va de siglas y colores políticos".

Si eres alcalde y optas a la reelección: deja de instalar malditos bancos en todas partes.

Bebe mucha cerveza. Dos de cada tres alcaldes que se dejan fotografiar bebiendo enormes vasos de cerveza reeditan su victoria electoral. Y al restante le ayudará a sobrellevar la derrota. La gente quiere alcaldes alegres. La alcaldesa socialista de mi Coruña natal enfadó mucho a los que protestaban por la falta de plazas de aparcamiento cuando les dijo aquello de "¡quien se compra una vaca, será porque tiene un establo!", pero nadie se lo ha tenido en cuenta después, solo porque es fácil verla con un gran vaso de cerveza brincando en algún concierto.

Pierde el hilo en los mítines. Una de las razones por las que todavía queda algún americano que no odia a Biden es porque le apena ver cómo se queda en blanco durante segundos que parecen horas, y a continuación, tras los sudores fríos de sus asesores, sigue el discurso sobre un tema que no tiene nada que ver con lo que estaba diciendo. La gente se muere de vergüenza, sonríe y aplaude. Haz la prueba.

Nunca pierdas ocasión de convertir la hora del pincho en un show electoral. Si logras que te fotografíen comiendo empanada gallega con un enorme lamparón en la corbata, has ganado las elecciones.

Pasea a tus hijos con moderación. Lo contrario de "con moderación" es lo que hizo Belarra en Twitter, tumbando a su bebé en su mesa de trabajo como si fuera un pisapapeles.

No hagas saques de honor. Nunca. En ninguna circunstancia.

Dinamita un carril bici, con presencia de las autoridades locales, eclesiales, representantes de la sociedad civil y unas cuantas dotaciones de bomberos por si las llamas se te van de las manos. En el discurso posterior puedes decir "se acabó hacer el indio para ganar las elecciones. A partir de hoy, por esta calle van a pasar coches enormes, ruidosos, veloces, y altamente contaminantes, a mogollón".

Síganme para más consejos de política electoral práctica.

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