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La depresión nacional

El asunto trasciende lo económico, aun siendo este de verdadera hecatombe.

El asunto trasciende lo económico, aun siendo este de verdadera hecatombe.
Hay remedios naturales que pueden ayudar a tratar la depresión y el estrés. | Cordon Press

No me refiero a la gran depresión económica de los a los años 30 del siglo pasado, ni siquiera a la cadena de las crisis recientes. El asunto trasciende lo económico, aun siendo este de verdadera hecatombe.

Se dice que en España están aumentando los suicidios y, sobre todo, las tentativas de quitarse la vida, que siempre ha sido una pauta más bien femenina. Puede que, en parte, este hecho esconda un artificio estadístico, pues los suicidios afectan especialmente a las personas mayores. La actual pirámide demográfica española es la más envejecida de nuestra historia. El dato incontestable es que el consumo de ansiolíticos y otros tranquilizantes alcanza, ahora, una cifra récord.

En el plano político, alarma la cantidad de casos de corrupción. La cual ha llegado al Parlamento de la Unión Europea e, incluso, al Barcelona Club de Fútbol. Por si fuera poco, los contribuyentes contemplan desolados la cascada de nuevas leyes, alentadas por la extrema izquierda comunista, alojada en el Gobierno. Son muy dañinas para la convivencia.

La iniciativa para las actuales revoluciones legales corresponde a la ultraizquierda resentida. Los socialistas hacen de acólitos complacientes, por mucho que dirijan, formalmente, el Gobierno. Las amazonas de Unidas Podemos consideran a todos los demás como machistas y fascistas encubiertos. Claro que ellas recuerdan a los nazis con sus miserables experimentos de esterilización. Bueno, ahora solo se reservan para algunas mascotas. La ideología que transmiten las nuevas leyes ideológicas corresponde a la forzada alteración de la identidad sexual. Quiera Dios que no se les vaya a ocurrir el remedio de la "solución final". Quizá se conformen con la mal llamada "eutanasia", la incitación al aborto, la exaltación del "safismo", la zoofilia y el autoerotismo. Todas estas conductas suman al pueblo sencillo en una atmósfera de perplejidad. No es mucho consuelo que tales experimentos con la vida sexual y reproductiva se lleven a cabo en otros países. Por ellos sabemos que los daños en la vida de muchos adolescentes son irreparables. He aquí otra fuente de depresión colectiva.

Con independencia de la que pueda merecer la intensa actividad legislativa del Gobierno, se impone un hecho tremebundo. En muy poco tiempo han salido a la calle los fautores de un golpe de Estado en Cataluña. El Gobierno ha decidido borrar el delito de sedición del Código Penal. Es más, con ocasión de tal anomalía, el mismo destino liberador ha tenido lugar con muchos presos por violación. La historia se repite con los terroristas vascos presos, antes de cumplir sus condenas. Todos estos hechos contribuyen a la general desmoralización de la sociedad. Por tanto, no creo que se sienta bien representada en las Cortes de la nación. A este paso, acabarán por abolir la Constitución española. Tampoco quiero sugerir pistas.

Para remediar el estado de postración nacional, nos queda el fútbol (aunque sea con árbitros corruptos), el turismo de trayectos cortos y la cultura subvencionada. Pero es que los cantantes y otros artistas se muestran fatigados en extremo. Es la misma languidez que califica a las empresas y sindicatos. Por lo menos habrá que alegrarse de tal coherencia.

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