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Itxu Díaz

Los éxitos sexuales de Sánchez

El "sola y borracha quiero llegar a casa" es un tanto incompatible con medio centenar de violadores excarcelados.

El "sola y borracha quiero llegar a casa" es un tanto incompatible con medio centenar de violadores excarcelados.
MADRID, 16/02/2023.- La ministra de Igualdad, Irene Montero, posa para los fotógrafos tras la aprobación de la ley trans, este jueves, a la salida del Congreso de los Diputados, en Madrid. La ley trans ha salido adelante este jueves en el Congreso con los apoyos del PSOE, Unidas Podemos y el bloque de la investidura tras superar las discrepancias entre los socios de Gobierno y parte del movimiento feminista por las diferencias de criterios sobre los menores trans y la autodeterminación de género. EFE/Unidas Podemos/Dani Gago SOLO USO EDITORIAL/ SOLO USO PERMITIDO PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA/ (CRÉDITO OBLIGATORIO) | EFE

Según mi experiencia, queremos al Gobierno para que no te atraquen por la calle, para que no suba demasiado el precio de la cerveza, y para que no te violen. El de Sánchez ha hecho bandera de esto último, gastándose un dineral en campañas de dudoso gusto, que acompañan a diario con una retahíla de declaraciones infamantes hacia todos los hombres. El primer problema es que el "sola y borracha quiero llegar a casa", el típico lema progresista que recomiendan todos los hepatólogos, es un tanto incompatible con medio centenar de violadores excarcelados por la ley que confirma que no hay nada más soberbio que un político incompetente. Y el segundo problema es que en 2022, incluso antes de aprobarse esa ley, las violaciones subieron un 53% en España.

Por lo demás, en el mismo periodo, las tentativas de homicidio crecieron un 44%, la delincuencia se ha disparado en todo el país incluso fuera del Congreso de los Diputados, ya se roban unos cien coches al día en España, y del precio de la cerveza prefiero ni hablarte.

En resumen: el típico paisaje que ves cuando vas hacia el socialismo real.

La tendencia de las violaciones es lamentable, pero lo es más aún tener la certeza de que estamos solo al comienzo del ascenso en el gráfico. Seguirá subiendo, porque no hay ninguna voluntad de cambiar las cosas. Para encontrar soluciones eficaces de aplicación en el mundo real, primero tendríamos que poder analizar y debatir con elementos y datos igualmente reales, y nadie en el Gobierno está dispuesto a hacerlo dejando de lado sus tabús y prejuicios progres.

Porque eso implicaría siquiera preguntarse si hay alguna relación entre la tendencia al alza de las violaciones y la nacionalidad de los violadores, y a su vez con la inmigración ilegal, sin que nadie venga a darte el coñazo con el estigma, que más estigma del que cargamos por ser hombres gracias al Ministerio de Igualdad es difícil de superar; y además aquí el único que nos importa de verdad es el estigma de las víctimas.

Porque eso implicaría siquiera preguntarse si las leyes de ayer y las nuevas leyes de hoy están siendo eficaces para disuadir a los violadores.

Porque eso implicaría siquiera preguntarse si varias décadas de feminismo hostil pagado con dinero de todos, con señalamiento diario a todos los hombres, que nos pintan como agresores y violadores en carteles de las administraciones públicas instalados por el PSOE y el PP –sí— hasta en las puertas de los colegios a donde vamos a recoger a nuestros hijos, está teniendo alguna incidencia positiva en las estadísticas de asaltos sexuales.

Porque eso implicaría siquiera preguntarse si la locura fluida de los sexos comunicantes del BOE aporta seguridad a las mujeres, o se está convirtiendo en una atractiva coartada para los violadores, que, por cierto, nunca dejan de serlo.

Porque eso implicaría siquiera preguntarse por qué todos los partidos han dejado solo a Vox cada vez que ha propuesto endurecer las penas a los agresores sexuales, y el modo en que pensaban que esa traición a las víctimas por un estúpido prejuicio iba a disminuir las cifras de violaciones.

Porque eso implicaría siquiera preguntarse en qué medida el dinero que destinamos al Ministerio de Igualdad, el Instituto de la Mujer, los clubs de Amigas del Satisfyer, y demás resorts para los pijama-party de las jotías, está resultando ahí más útil para las mujeres que, por ejemplo, si se destinara a aumentar los efectivos policiales que persiguen a los violadores o que dan seguridad presencial disuasoria en los entornos propicios a su actuación.

Eso implicaría, en fin, hacerse infinidad de preguntas políticamente incorrectas, sean cuales sean las respuestas, que nadie en el Gobierno, ni por desgracia en buena parte de la oposición, están dispuestos a hacerse, aunque en ese análisis se encuentre la clave que podría evitar que muchas mujeres y niños tuvieran que pasar por el momento más humillante, doloroso, y condicionante de su vida.

De modo que, mientras no intenten resolver el problema con un análisis en libertad y sobre datos reales, por mí pueden meterse su feminismo unicornial por la junta de la culata de su Tito Berni.

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