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Pablo Molina

A ver para qué

La oposición siempre tiene motivos para reprobar al Gobierno e intentar su derrocamiento parlamentario, sea quien sea el presidente.

La oposición siempre tiene motivos para reprobar al Gobierno e intentar su derrocamiento parlamentario, sea quien sea el presidente.
El líder de Vox, Santiago Abascal durante la moción de censura liderada por el profesor y economista Ramón Tamames. | EFE

Una moción de censura se presenta para ganarla, como hizo Sánchez con Rajoy o el PSOE en Murcia tres años más tarde. Al primero le salió bien la cosa y en el segundo caso todo acabó en un petardazo porque parte de los diputados de Ciudadanos se echó atrás a cambio de trincar cargos políticos excelentemente bien retribuidos, pero cuando los socialistas presentaron la iniciativa, los votos sumaban lo suficiente para derrotar también al Gobierno regional murciano. La propuesta de reprobación del Gobierno tramitada por VOX, a sabiendas de que solo iba a contar con el voto de sus diputados es, en cambio, un acto estéril en términos parlamentarios que solo obedece a la necesidad de distanciarse del PP de cara a las elecciones del último domingo de este próximo mes de mayo.

Claro que sobran motivos para presentar una moción de censura contra el Gobierno de Sánchez. De hecho, la oposición siempre tiene motivos para reprobar al Gobierno e intentar su derrocamiento parlamentario, sea quien sea el presidente. Pero si ese es el único motivo que legitima la utilización de esa figura tendríamos una moción de censura cada seis meses, que es el plazo mínimo entre una y otra que marca la ley.

La moción de censura es un procedimiento tasado previsto para situaciones excepcionales, cuando el Gobierno ha perdido sus apoyos parlamentarios y se niega a convocar elecciones tratando de estirar artificialmente una legislatura fracasada. Plantearla cuando el presidente mantiene los mismos apoyos que cuando ganó la investidura y, además, sin haberse garantizado siquiera el voto a favor del resto de la oposición es un artificio parlamentario que busca otros objetivos. Legítimos también, claro, pero ajenos por completo al significado jurídico-político que da sentido a ese instrumento constitucional.

Sánchez no sale reforzado de la moción de Vox, como afirma Cuca Gamarra en nombre de su jefe, Núñez Feijóo. Todo lo contrario. Al presidente solo hay que dejarlo hablar a los españoles y ellos solos se cabrean. Sus intervenciones en el debate de ayer han aumentado varios puntos el porcentaje de votantes que pagaría por verlo en la oposición. Otra cosa es el instrumento político que utilizarán en las próximas elecciones para tratar de alcanzar tan digno objetivo. Ahí está la nuez que explica la interposición de la moción por parte de Vox y el rechazo del PP a secundarla. Ambos se equivocan y ya solo falta ver a los dos partidos del centro-derecha en esta jornada tirándose los trastos a la cabeza mientras Sánchez se ríe, Calviño dormita y Yolanda Díaz se convence de que va a sumar.

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