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Sánchez: "Yolanda, calienta que sales"

La subió al estrado y la enfrentó a su irremediable destino. Visto lo visto, cabe preguntarse si lo hizo para que se luciera o se defenestrara.

La subió al estrado y la enfrentó a su irremediable destino. Visto lo visto, cabe preguntarse si lo hizo para que se luciera o se defenestrara.
Yolanda Díaz, seguida de Alberto Garzón, durante la moción de censura. | EFE

"Yolanda Díaz puede ser la próxima presidenta del Gobierno de España". Era el 15 de marzo de 2021 y el augur se llamaba Pablo Iglesias, quien se encaminaba pimpante hacia su humillación en las elecciones de la Comunidad de Madrid. No supo interpretar los signos y Ayuso le cortó la coleta. "España me debe una".

Por designación del macho alfa, Yolanda se convirtió en la nueva esperanza de la izquierda. Animosa, ideó un proyecto superilusionante: la escucha activa (saben ustedes que hay escuchas pasivas, que es cuando no haces ni caso a lo que te dicen). En la primavera de 2022 lo describió como algo "amplío, novedoso, moderno, democrático y diferente", que aportaría un "horizonte de esperanza". "Voy a escuchar ilusionada", proclamó la vicepresidenta. Ignorante de que en el pecado llevaba la penitencia.

Su calvario estaba a la vuelta de la esquina: las elecciones autonómicas andaluzas del 19 de junio de 2022. La patulea de siglas agrupadas en Por Andalucía, la candidatura apoyada por Díaz, obtenía uno de los peores resultados de la izquierda andaluza que, en su conjunto, perdía 136.000 votos, el 23% de los obtenidos en 2018. De 17 escaños retrocedía a siete. "Es una noche difícil para las personas progresistas. Necesitamos abrir un nuevo tiempo que mire al futuro. La ciudadanía nos está esperando", reflexionaba una desconcertada Yolanda. Quedaban tres semanas para la presentación en sociedad de su particular proceso.

No se acaba de recuperar del batacazo andaluz cuando Mónica Oltra dimite. Sus compañeros de Compromís organizaron una fiesta. "Si tocan a una [a Oltra], nos tocan a todas", cantaban. La invitaron a unas bebidas, una palmada en la espalda y adeu Mónica. Se caía uno de los sumandos.

"Apartaos". Saltó al escenario de El Matadero en una tórrida tarde de verano. Era 8 de julio. Su cuadrilla había exigido que los dirigentes de Unidas Podemos, Más País, Compromís… asistiesen de sobreros para dar "todo el protagonismo a la ciudadanía"; es decir, a ella ("dejarme sola"). La candidata a la nada se sinceró. Lo que ella necesitaba es que nos quisiéramos porque "el futuro lo vamos a hacer a muchas manos, de manera diferente. Y lo vamos a hacer con algo fundamental para la vida, que es querernos. No se puede construir desde el no cariño y el reto también es ingente". El público aplaudía, dispuesto a comenzar a practicar desde esa misma noche.

Pero no fue amor lo que recibió. Comenzó el mes de noviembre de 2022 con un colérico Pablo Iglesias amenazando: "Cuidado con faltar al respeto a los militantes de Podemos. Te hemos hecho ministra. Respétanos". La vicepresidenta hacía del desprecio a las ministras y dirigentes podemitas, Ione Belarra e Irene Montero, seña de identidad de su discurso de unidad. Pura praxis comunista. Junto con estos encontronazos, en el PSOE comenzaban a inquietarse ante la indefinición del espacio político de Yolanda. "Esto no va de partidos. No va de elecciones. No va de política", reaccionaba la aludida, provocando más desconcierto. E irritación. "No hay discurso más reaccionario que el que dice que el problema son los partidos", arremetía el padrino Iglesias. Y Alberto Garzón, uno de los apoyos de Díaz, remataba pidiendo una mesa de partidos para negociar la integración. "Izquierda Unida debe incrementar su participación en Sumar".

Yolanda Díaz es un bluf. Educada en la marrullería sindical, no tiene consistencia política, ni capacidad táctica. Resta. Sus apoyos, Iñigo Errejón, Alberto Garzón, el PCE de Enrique Santiago, forman una cuadrilla que vive en permanente conspiración de todos contra todos. "Izquierdistas tristones. Os encanta recoceros en esa especie de cultura de la derrota", los retrataba Pablo Iglesias en junio de 2015. No sería nada sin Podemos y lo que es peor, no se atreve a serlo. La vicepresidenta carece de estructura para enfrentar unas elecciones. Lo intentó con los dirigentes de Comisiones Obreras pero estos, que saben que los ministros pasan y el sindicato permanece, se lo desaconsejaron.

El pasado mes de enero, el PSOE insistía en alertar de su preocupación por lo que estaba sucediendo en el "espacio a su izquierda". Ya no se trataba de asentar el liderazgo de la vicepresidenta. Preocupa la colisión frontal con los podemitas.

La última iniciativa para desnaturalizar el proyecto de Sumar la recordó el pasado miércoles el responsable federal de Organización de Izquierda Unida: "Unas primarias con sistema proporcional y censo único para el proceso de Sumar a las elecciones generales". Pablo Iglesias apoyaba la iniciativa. "¿Estamos más cerca de la unidad de la izquierda?", se preguntaba. Irene Montero y Lilith, la dicharachera secretaria de Organización podemita, se apuntan. Si consiguen meter a Yolanda en ese avispero, primarias y mesa de partidos, lo sucedido en la elaboración de las listas para las autonómicas andaluzas, de donde salieron a gorrazos las distintas ‘sensibilidades’, habrá sido un aperitivo de lo que le espera.

"Tándem y ticket". Los mensajes monclovitas tras el debate de la moción de censura han insistido en esos términos. Flaco favor le están haciendo a la ‘esperanza de la izquierda’. "Si hubiera un contador que tomara nota de las veces que en la SER repiten las palabras tándem y ‘ticket’ para elogiar la generosidad de Sánchez dándole voz a Díaz, estallaría. Rara vez funciona lo que a PRISA le gusta como complemento del PSOE", escribe en su cuenta de Twitter Pablo Iglesias. Los fontaneros presidenciales disponen de tantos medios que pierden sutileza; ya no hacen política, dan brochazos.

Iglesias se lo reprocha: "A mí me ha sorprendido ver hoy, en muchos medios de comunicación, el concepto ‘ticket’. En una conversación de hace un año un dirigente socialista me decía ‘a nosotros lo que nos conviene electoralmente es un ‘ticket’ porque eso es lo que favorece nuestras posiciones’. Yo creo, continúa, que la izquierda no debe de perder nunca de vista que nuestra fuerza, la posibilidad de estar en un gobierno de coalición, implica dejar muy claro que somos diferentes al PSOE".

El pasado martes 21 de marzo, en la primera sesión de la moción de censura, el presidente del Gobierno, seguramente mosqueado por tanto proceso de escucha, cogió de la oreja a la erudita Yolanda. La subió al estrado y la enfrentó a su irremediable destino. Visto lo visto, cabe preguntarse si lo hizo para que se luciera o se defenestrara.

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